Si la guerra de Ucrania se prolonga, se podrían perder 18 años de logros sociales y económicos, con casi un tercio de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza y un 62 % adicional en riesgo elevado de ser empujados hacia la pobreza en los próximos doce meses, según una primera proyección publicada por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Según las estimaciones del gobierno, se han destruido al menos USD 100 mil millones en infraestructuras, edificios, caminos, puentes, hospitales, escuelas y otros activos físicos. La guerra ha provocado que el 50 % de las empresas ucranianas cierren por completo, mientras el resto está siendo forzada a trabajar por debajo de sus capacidades.
En este sentido, Fundación Avina expresa: “Es una guerra de impacto global que profundiza la desigualdad y amenaza la democracia. Los precios de los alimentos se disparan y la desigualdad en el mundo se profundiza. La carrera armamentista se revitaliza y no hay mayores incentivos a los autoritarismos que la desconfianza y el miedo”.
Si bien el fin de la guerra depende de los gobiernos, la construcción de paz duradera depende de la sociedad. Esto implica:
- Exigir a sus gobiernos posicionamientos claros por la paz y el fortalecimiento de la institucionalidad global.
- Asegurar que las voces de los pueblos indígenas, de las mujeres, de los pequeños productores, de los jóvenes y de los pobres del sur estén presentes en la construcción de un nuevo orden internacional.
- Abrir las puertas y los brazos a todos los desplazados y migrantes del mundo. Hacer prevalecer la condición hospitalaria del Sur Global. Porque somos descendientes –y en muchos casos sobrevivientes- de múltiples diásporas y entendemos el valor de dar acogida al cercano y al extraño.