Chile es el primer país en el mundo en contar con una Convención Constituyente paritaria. Esto significa, por un lado, reconocer a las mujeres el derecho a participar en igualdad de condiciones, y por el otro, implica escribir una nueva Carta Magna con enfoque de género.

Este hito se logró luego del estallido social que se desató en octubre de 2019. “Tras ese contexto, se generó un acuerdo para una nueva constitución. Ahí quedó la oportunidad política abierta para introducir cambios”, dice Julieta Suárez- Cao, miembro de la Red de Politólogas. Y agrega: “En diciembre de 2019 se instaló la idea de que no se podía llegar al 8 de marzo sin paridad”. Distintas organizaciones feministas comenzaron a trabajar en una propuesta de paridad que se difundió por redes sociales y se instaló en la agenda pública. “El 4 de marzo se aprobó la paridad y el 8 de marzo fue una fiesta”, recuerda Suárez- Cao.

Karen Vergara, integrante de la ONG Amaranta señala: “La Convención nos da la posibilidad de vernos y sentirnos representadas. Nosotras podemos alzar la voz sobre lo que estamos viviendo y llevar nuestras experiencias a estos espacios que estaban cooptados por las elites”.

Las referentes sostienen que la presencia no se traduce en influencia. “Necesitamos que haya una redistribución real del poder. Hay que asegurar la representación efectiva de personas trans y no binarias. Necesitamos mandatos de actuación tendientes a la igualdad sustantiva de género”, dice Suárez-Cao.