El Proyecto Regional Andes Resilientes al Cambio Climático se presentó en la COP26 como un caso regional de colaboración que posibilita la financiación y los servicios con el fin de acelerar la adaptación de los más pobres en ecosistemas vulnerables a los riesgos climáticos. La iniciativa que tiene lugar en Perú, Bolivia y Ecuador está transitando su primer año de implementación. 

“La COP normalmente se dedica a temas más amplios, más globales. Siempre es bueno recordar en estos espacios cómo son las experiencias locales, aterrizadas en las necesidades de la gente”, dice Andrés Malgor, coordinador nacional del proyecto Andes Resilientes. 

El proyecto busca contribuir en el fortalecimiento y articulación de las capacidades de actores públicos y privados para proveer servicios orientados a mejorar la resiliencia y la capacidad de adaptación al cambio climático, de poblaciones rurales andinas en pobreza y vulnerabilidad, apuntando a la mejora de su seguridad alimentaria y seguridad hídrica. La implementación de esta iniciativa se desarrolla en alianza y cooperación con entidades gubernamentales de cada país, como son, los ministerios del ambiente, ministerios de agricultura, ministerios o instituciones de inclusión social y económica, y entidades encargadas de la gestión de los recursos hídricos. Igualmente, con gobiernos subnacionales y actores no públicos que actúan en territorios andinos. 

Andes Resilientes es impulsado por el Programa Global de Cambio Climático y Medio Ambiente de la Cooperación Suiza COSUDE. Su facilitación está a cargo del consorcio HELVETAS Swiss Intercooperation-Fundación Avina, en asociación con el International Institute for Sustainable Development (IISD), y en alianza estratégica con el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).  

Los Andes tropicales son una de las regiones con mayor grado de exposición y sensibilidad a los cambios ambientales globales. La sobreexplotación de los recursos naturales, los cambios en la cobertura y uso de la tierra, la pérdida y fragmentación de hábitats y el cambio climático acelerado crean una presión sin precedentes sobre los ecosistemas andinos y sobre la biodiversidad de la región. Estas alteraciones afectan la producción de alimentos, la disponibilidad hídrica y la vida de los pequeños productores andinos, que viven en un marco de pobreza rural incrementada por la pandemia de COVID-19.