La gestión comunitaria de la andiroba es la apuesta de las poblaciones indígenas que habitan la Selva Nacional de Tapajós, en Pará. La actividad genera ingresos, pero al mismo tiempo mantiene al bosque en pie. Los recolectores reciben asesoramiento técnico a través del Programa Bosque Activo del Proyecto Salud y Alegría.
32 personas recogen las semillas que han caído al suelo, respetando los árboles. Entre marzo y abril de este año se reunieron14975,73 kg de semillas húmedas.
“Fue la primera vez que hice la recolección y me gustó mucho este trabajo”, dijo Rodrigo Farias, de la comunidad de Nazaré, que poco a poco se está incorporando a esta actividad. “Esta producción es muy importante para nosotros”, agrega.
Los recolectores siempre tienen instrucciones de no recoger todos los frutos, al menos un 30% debe permanecer en el bosque para que germine y puedan crecer nuevos árboles. “no podemos interferir en la dinámica de resiliencia del bosque”, explica la ingeniera forestal de Maria Soliane Sousa Costa. Los frutos se abren y las semillas buenas se separan, se embolsan y se llevan al borde de la carretera, donde un coche las carga y las transporta a los secaderos, construidos por los propios recolectores, con la ayuda de los técnicos del Proyecto Salud y Alegría.
La actividad es una de las apuestas del Programa Bosque Activo que se preocupa por la generación de ingresos para las poblaciones que cuidan el territorio. Soliane enfatiza: “El manejo forestal no maderero, a través de la recolección de semillas de andiroba, contribuye a la conservación del bosque en pie, así como a la generación de ingresos para las comunidades tradicionales”.
La gestión de la andiroba genera nuevas expectativas más allá de la comercialización de la fruta. La idea es que pronto se comercialicen aceites y esencias.