La destrucción de capacidad productiva agrícola en Ucrania y la paralización de gran parte del comercio de cereales y fertilizantes con la Federación de Rusia abren la perspectiva de una crisis alimentaria mundial. Este diagnóstico surge del informe “Repercusiones en América Latina y el Caribe de la guerra en Ucrania: ¿cómo enfrentar esta nueva crisis?”, realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

En 2021, la Federación de Rusia generó el 1,7% del PIB y el 2,2% de las exportaciones mundiales, mientras que las cifras correspondientes a Ucrania fueron del 0,2% y el 0,3%, respectivamente.

Ambos países concentran sus exportaciones en recursos naturales o manufacturas intensivas en dichos recursos: la Federación de Rusia, en petróleo crudo y refinado, gas, oro, trigo, carbón y fertilizantes; Ucrania, en acero, carbón, petróleo, productos químicos y granos.

En 2020, la Federación de Rusia y Ucrania en conjunto fueron el origen del 28% de las exportaciones mundiales de trigo, el 15% de las de maíz y alrededor del 60% de las de aceite de girasol.

Un tercio de los cultivos y tierras agrícolas no podrán cosecharse o cultivarse en Ucrania en 2022. Esto representa alrededor de 26,4 millones de toneladas de trigo, maíz y cebada, que podrían desaparecer de los mercados.

El impacto podría ser una reducción de entre 19 millones y 34 millones de toneladas de exportaciones en 2022. En 2023, la cifra podría estar entre 10 millones y 43 millones de toneladas. Esto representa la ingesta calórica de un total de entre 60 millones y 150 millones de personas.

Todo esto ocurre en un mercado de oligopolio, en el que seis megaempresas comercializadoras privadas controlan el 85% del mismo. Más aún, sus acciones se han valorizado a un ritmo similar al aumento de los precios de los alimentos.

La Federación de Rusia y Ucrania no son los principales proveedores de granos de los países de América Latina, pero estos son afectados por los mayores precios internacionales de esos productos. Aunque la región en su conjunto es superavitaria en el comercio exterior de alimentos, muchos países tienen déficits, en particular algunas economías del Caribe. Un superávit en el comercio de alimentos puede no reflejar adecuadamente la situación respecto de los alimentos básicos en un país determinado. Los déficits son particularmente importantes pues, dada la naturaleza de los ciclos agrícolas, es probable que los efectos de las alzas de precio se sientan durante varios años.