Para muchas comunidades rurales de Bolivia, el acceso al agua y a servicios de saneamiento básicos son una carencia que perpetúa inequidades e impacta en la salud de sus habitantes. En 2017, la cobertura de saneamiento en localidades rurales de menos de 2000 habitantes alcanzaba solo el 43,9 %, situándose 16 puntos por debajo de la cobertura a nivel nacional. Además, en estas comunidades, es alarmante el elevado porcentaje de prácticas de defecación al aire libre.
Ante esta realidad, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Agencia Española para la Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), a través del Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento (FCAS), implementaron el proyecto de Baños Ecológicos Secos (BES) en comunidades rurales dispersas de menos de 500 habitantes de cuatro departamentos del país: Chuquisaca, Cochabamba, La Paz y Potosí. Uno de los logros del programa fue la construcción de 5315 unidades de BES en hogares de 186 comunidades rurales dispersas.
Los BES son cuartos de baño ubicados fuera de las viviendas en casetas techadas. Están compuestos por un inodoro separador de orina y heces, y un urinario y una cámara de depósito de materia fecal en la parte inferior. Este sistema de saneamiento de bajo costo no requiere agua, es de fácil mantenimiento y permite aprovechar los desechos sin generar malos olores ni la contaminación del medio ambiente.
Para el adecuado procesamiento de los desechos es necesario adicionar material como ceniza, cal, aserrín, tierra cernida, u arena seca que sirvan como cobertura y secante de la materia. De esta forma, se absorbe la humedad, se acelera la eliminación de bacterias y se evitan los malos olores y la proliferación de moscas y mosquitos transmisores de enfermedades.
A medida que se construyeron los primeros BES, se descubrieron algunas fallas en el diseño original que hicieron que los usuarios no los utilizaran. Los equipos del programa trabajaron en conjunto para mejorar la adaptabilidad de los baños a la realidad cultural de las comunidades rurales, principalmente aimaras y quechuas. Así, con un análisis sociocultural de afectos, de temores y de rechazos, se logró impulsar la apropiación por parte los beneficiarios.
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