La transición hacia el empleo formal es indispensable para que las personas trabajadoras puedan acceder a sus derechos y, así generar verdaderas oportunidades de crecimiento. Como es el caso de Sabrina, que trabaja como empleada doméstica y presta servicio en cinco casas. Pero sólo está registrada en dos, a través de una plataforma digital de cuidados.

Para ella, el día comienza temprano, a las seis de la mañana, donde tiene que levantarse y prepararse para realizar las tareas de las dos primeras casas. Pero, después de eso no termina su jornada, continúa en las tres restantes, donde sus empleadores decidieron no registrar la relación laboral. “Cada semana tengo 16 horas de empleo formal y 20 horas de trabajo informal”, comenta y agrega: “Hay gente a la que no le importa. A otras personas sí, te cuidan. A mí me tocaron dos personas maravillosas que me ayudan”.

Estar formalizada le permitió contar con seguridad y acceder a derechos como: vacaciones pagas, tarifa social de transporte, licencia por enfermedad, obra social y aporte jubilatorio.

Su situación no es un hecho aislado. En Argentina, el 45% de las personas que trabajan son informales. Esto significa que más de 8 millones de personas están ocupadas, pero en condiciones de vulnerabilidad. Lo que implica largas jornadas y bajos salarios, falta de acceso al sistema de protección social, entre otros derechos afectados, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

En este contexto, la OIT para la Argentina lanzó #Formalicemos una campaña para promover el empleo formal. Que se realizó en historias como las de Sabrina. Y pone el foco en cómo mejora la vida de las personas trabajadoras al insertarse en este ambiente laboral. Además, es condición indispensable para el trabajo decente.

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