Del total de los 35.741 residuos, que se recolectaron a lo largo de 410.864 m2, durante el último Censo Provincial de Basura Costera Marina, el 26,4% fueron colillas de cigarrillos. Los demás contaminantes que también se encontraron fueron: fragmentos (17,3%), envoltorios (13,5%), bolsas (11,7%) y tapitas (5,1%).

Estos datos surgen de una iniciativa que reunió a más de 20 organizaciones del tercer sector y la sociedad civil. Además, participaron más de 400 personas voluntarias y su trabajo permitió conocer cómo se compone la basura marina de 16 ciudades costeras de la provincia de Buenos Aires, Argentina.

El Censo en su sexta edición evidenció como la contaminación plástica crece y genera graves consecuencias: daña especies y hábitats marinos muy valiosos. Claramente, la basura no llega sola al mar, lo hace a través de los sistemas de drenaje urbanos (como las bocas de tormenta y los pluviales), la desembocadura de los ríos y por la acción del viento que los traslada. A esto se suma, lo que directamente arrojan las personas en los ambientes costeros o la descarga desde las embarcaciones.

“Una realidad incontrastable es que el plástico que llega al mar es difícil de retirar. En los últimos 80 años, la vida promedio de un ser humano, contaminamos nuestros ecosistemas marinos con un material que, por económico y práctico, fabricamos y consumimos por demás. Lejos de demonizarlo, la realidad es que ni los riesgos de su producción ni el destino final de su gestión fueron considerados”, explica Verónica García, especialista en Ecosistemas Marinos y Pesca Sustentable de Fundación Vida Silvestre Argentina.