La cuenca del Amazonas siempre ha sido un desafío a la hora de brindar atención médica a los pueblos indígenas que viven allí. Recientes recortes en presupuestos de salud y falta de medidas de protección amenazan su subsistencia.

La salud y estilos de vida tradicionales de los casi 30.000 habitantes del territorio yanomami que habitan el Amazonas están en peligro. Gran parte de la destrucción ambiental de la zona ha estado a manos de mineros ilegales en busca de oro. Han llevado a cabo invasiones del territorio yanomami, utilizando maquinaria pesada para despejar franjas de bosque a lo largo de las riberas de los ríos y dejar paso a las minas. Sus actividades han ahuyentado a los animales que antes se cazaban para comer, mientras que la contaminación de las minas ha envenenado a los peces de los ríos, lo que amenaza la capacidad de la población local para alimentarse y causando desnutrición.

La degradación ambiental causada por la minería también ha dejado el suelo lleno de agujeros, que se llenan con agua de lluvia, creando las condiciones ideales para que se reproduzcan los mosquitos. Como resultado, la malaria es un problema de salud creciente en la región. Al mismo tiempo, la violencia asociada con los mineros ilegales ha provocado que parte del personal de salud abandone las instalaciones médicas, lo que deja a las personas sin atención médica.

Medicos Sin Fronteras cuenta con un equipo para brindar atención médica y apoyo de salud mental en CASAI, un centro de salud para pueblos indígenas en Boa Vista, la capital del estado norteño de Roraima, Brasil. Cuando la atención médica no está disponible localmente, la población indígena es derivada a CASAI, donde pueden recibir atención médica básica y un lugar donde quedarse mientras esperan consultas médicas en hospitales o clínicas en Boa Vista.