Después de que un gran incendio acabara con gran parte del manglar en la zona de Manchón Guamuchal, la comunidad 31 de Julio e instituciones nacionales e internacionales se han unido para restaurar y conservar el ecosistema. La comunidad 31 de Julio está ubicada en la costa del Pacífico de Guatemala, una de las zonas agrícolas más importantes del país en donde florecen las producciones a gran escala de banano, palma aceitera y caña de azúcar.

En la zona se encuentra el manglar Manchón Guamuchal, que presta servicios ecosistémicos a esta y otras comunidades. Gracias al manglar existía un microclima favorable y se preservaba la biodiversidad de uno de los ecosistemas marino-costeros más importantes del país. Además, los manglares son un recurso valioso ya que tienen la capacidad de absorber hasta cuatro veces más dióxido de carbono por área que los bosques terrestres de montaña.

En el 2019, un incendio arrasó con 30 hectáreas del manglar afectando el ecosistema y la biodiversidad de la zona. Se piensa que los motivos pudieron haber sido para la cacería furtiva, para extraer huevos de iguanas, para su venta local o consumo o para la extracción de madera. El incendio afectó no solo al manglar, sino también a la comunidad de 31 de Julio y a las empresas productivas de la zona.

Ese mismo año, Solidaridad en consorcio con Rainforest Alliance, el Instituto Nacional de Bosques (INAB) y las empresas Agroaceites y Grupo Hame iniciaron una mesa de diálogo multiactor de la mano de los habitantes de la comunidad 31 de julio. Solidaridad intervino en el proyecto con la herramienta Landscale cuyo objetivo es evaluar los avances de sostenibilidad en el territorio.

“Cuando inició el proyecto, la tierra estaba completamente desierta por las secuelas del incendio que terminó por completo con la flora y fauna. Luego, empezamos a organizarnos como comunidad y después aparecieron las organizaciones”, dice Carmen Gómez, líder comunitaria de la comunidad 31 de Julio.

La intervención tuvo tres componentes principales: la recolección de semill; el programa de reforestación y capacitaciones en temas de recolecta y siembra; y mantenimiento de las plantaciones e identificación y manejo de plagas.

Además, Solidaridad y Rainforest Alliance con el propósito de expandir el proyecto asistió a comunidades aledañas a la zona para fomentar el programa de Probosques y dar alternativas de manejo a otros sistemas como las plantaciones agroforestales y silvopastoriles.

“Con el tiempo, otros actores se unieron a la plataforma para fortalecer la intervención. Entre ellos la CONAP; empresas privadas; el gobierno local e instituciones públicas, como la municipalidad, el ministerio de ambiente, el ministerio de agricultura, el fondo de tierras; y, los ingenios azucareros de la región. Esto ayudó a replicar estas acciones en otras comunidades”, dice José Luis López, gerente de país de Solidaridad en Guatemala.

A nivel ambiental se logró la recuperación del bosque de manglar, lo que ayuda a la restauración y preservación de la diversidad, el agua y el manejo del clima. Además, socialmente, se logró fortalecer los lazos dentro de la comunidad, el liderazgo y las relaciones con las empresas productoras de la zona.

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