Uno de los fenómenos del último tiempo es el ascenso de China en la región. El gigante asiático no sólo se ha transformado en el principal socio comercial de una decena de países, sino también ha aumentado significativamente su inversión en distintos sectores, incluyendo áreas estratégicas como recursos naturales, infraestructura y telecomunicaciones. La mayor presencia china se da en un contexto de una mayor confrontación estratégica con Estados Unidos.

Este diagnóstico se expresa en la segunda edición del índice Riesgo Político América Latina, desarrollado por el Centro de Estudios Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Chile (CEIUC). El índice es una guía para los tomadores de decisión en la esfera pública y privada. Principalmente, alerta sobre el creciente nivel de incertidumbre y volatilidad que enfrenta la región.

Según el Foro Económico Mundial, el comercio de China con el hemisferio creció 26 veces entre el 2000 y 2020. Si hace dos décadas Estados Unidos era el principal socio comercial de nueve de doce países de Sudamérica, en la actualidad China lo ha sobrepasado con excepción de Ecuador, Colombia y Paraguay.

Entre 1990 y 2009, las inversiones extranjeras directas provenientes de China a Latinoamérica fueron cerca de 7 mil millones de dólares, pero desde 2010 a 2015 superaron los 64.000 millones, según datos de la CEPAL. La inversión asiática se va caracterizando por su diversificación, que va desde el sector extractivo, agro-industrial hasta una progresiva participación en sectores estratégicos como el de energía.

Beijing, a través de las llamadas diplomacias de las “mascarillas y vacunas”, ha buscado fortalecer su soft power en la región teniendo una presencia regional activa en la provisión de insumos médicos, equipamiento y vacunas. Países como Brasil, México o Chile se han visto beneficiados por el suministro de la vacuna Coronavac y se han anunciado importantes inversiones en la región para su fabricación con apoyo de laboratorios chinos.

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