El cambio de administración federal de los Estados Unidos, concretado el 6 de enero del 2021 con la toma de posesión del presidente electo, Joseph Biden, abre las puertas a nuevos interrogantes sobre las implicancias que podría tener sobre América Latina y el mundo un gobierno de signo demócrata. La salida de Donald Trump implica, por lo menos, un cambio en las narrativas: tras cuatro años marcados por discursos supremacistas de odio, el nuevo inquilino de la Casa Blanca trae consigo una retórica que se para en la vereda opuesta a la de su antecesor. Sin embargo, la dirección del nuevo gobierno es aún incierta y la región no tiene un posicionamiento conjunto frente a Estados Unidos, que a su vez está atravesando una crisis institucional.

En este contexto, Sean McKaughan, Presidente del Consejo Directivo de Fundación Avina, y Valeria Scorza, Directora Ejecutiva de Avina Americas (organización de Fundación Avina ­con base en Estados Unidos), conversaron con InnContext sobre el panorama institucional de los Estados Unidos y cómo influye en su relación con América Latina.

Sean McKaughan, Presidente del Consejo Directivo de Fundación Avina

Estados Unidos reacomoda sus fuerzas internas

Para McKaughan, “los cuatro años de Trump han representado un ataque frontal a la institucionalidad de Estados Unidos”. Durante este periodo, se ha visto un ascenso de las voces más reaccionarias y extremistas de la sociedad, y esto tiene que ver con un impulso que han recibido desde la más alta esfera del gobierno. “La estrategia del anterior presidente fue abrir la caja de Pandora a las creencias, los discursos y las ideologías más perniciosas de los Estados Unidos. Nada de eso es nuevo; en la historia norteamericana, ideologías como el nacionalismo y el racismo siempre han estado ahí. Pero, al menos en mi memoria, no habíamos visto que un presidente las tomara y las promoviera como su estrategia”. El partido Republicano acogió a sectores extremistas que, al no sentirse representados por ningún partido, habían estado al margen de los procesos políticos. “Y ahora, no solamente el partido Republicano, sino el país tiene que pagar la cuenta”, dice McKaughan, “porque esa gente no va a volver a callarse tan fácilmente”.

En la misma línea, Scorza considera que los cuatro años de Trump han puesto a prueba muchos de los acuerdos institucionales que se creían consolidados en los Estados Unidos. Además, dejaron en evidencia problemáticas que muchas personas creían superadas en el país y que muchas otras las vieron como manifestaciones de lo que ya se estaba viviendo en sus territorios. “Creo que a Estados Unidos le toca revisar sus propias creencias institucionales. Mecanismos como el colegio electoral como sistema para generar los procesos de representación o el sistema de los partidos políticos, que se gestó en el siglo XVIII, ¿responden a las necesidades y las realidades actuales? ¿Habrá espacio para reformar un sistema electoral que atienda esas realidades?” En este sentido, la llamada “Era Trump” abre las puertas a preguntas como estas, que a su vez desmoronan ciertas creencias de una sociedad basada en la igualdad y los derechos que todavía no es una realidad.

Valeria Scorza, Directora Ejecutiva de Avina Americas

“Incluso quienes lo critican, tienen una imagen de Estados Unidos como algo estable e institucional. Y eso se acabó”, dice McKaughan. “En cierta forma, se ha desmitificado a Estados Unidos y eso es positivo a mi modo de ver. Porque siendo norteamericano yo sé que ese mito es mentira”. No obstante, McKaughan también resalta el hecho de que, a pesar de todo, el proceso electoral se pudo llevar a cabo, incluso, durante una pandemia. “Ni el ataque constante de un candidato que era presidente en funciones ha podido quebrar el proceso democrático de los Estados Unidos. Y por desorganizado que parezca, ¡ha funcionado! Creo que todo lo que ha pasado puede incluso fortalecer nuestra institucionalidad. Cuando yo era más joven, no se cuestionaba el proceso electoral, no había dudas. Pero la juventud de hoy, que ha visto lo que puede pasar, no va a dar por sentado el proceso democrático: ahora sabe que hay que defenderlo, fortalecerlo; hay que participar en el proceso, porque ya hemos visto que es frágil”.

América Latina y Estados Unidos: ¿Hacia un nuevo multilateralismo?

Tanto Scorza como McKaughan coinciden en que la salida de Donald Trump implica un retorno de Estados Unidos al multilateralismo. “Creo que se abre una ventana para tener claridad y certeza de lo que se pueda construir en una relación multilateral y bilateral para América Latina”, dice Valeria Scorza. “Seguramente vamos a ver más temas sobre inclusión, desigualdad, cooperación técnica, cambio climático, desarrollo económico y una serie de temáticas en las que se podrá dar una discusión más abierta con Estados Unidos”.

Por su parte, Sean McKaughan destaca los valores que emergen a partir del recambio de gobierno y que permiten, sobre todo, generar más y mejores canales de diálogo con América Latina y el mundo. “Biden ha dicho que valora la verdad, la solidaridad, la compasión; anunció que va a volver al pacto del clima (el Acuerdo de París) y a las plataformas multilaterales. Tendrá una voz mucho más pacífica en estas instancias multilaterales y en la región de las Américas. Creo que este cambio de discurso es muy importante, porque tiene su eco en la región”, dice McKaughan.

“Seguramente vamos a ver más temas sobre inclusión, desigualdad, cooperación técnica, cambio climático, desarrollo económico y una serie de temáticas en las que se podrá dar una discusión más abierta con Estados Unidos”.

Valeria Scorza

El Acuerdo de París es uno de los acuerdos multilaterales más importantes en la actualidad. Este Acuerdo, firmado por 195 países, busca mantener el ascenso de la temperatura media global por debajo de los 2 grados centígrados y mantener los esfuerzos para limitarlo a 1,5 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales. En 2019, Donald Trump inició el proceso de salida de Estados Unidos del Acuerdo y se transformó en uno de voceros de más alto nivel del negacionismo del cambio climático. Joseph Biden, por su parte, promete avanzar por la vereda opuesta: ya anunció la vuelta de Estados Unidos al Acuerdo de París.

El cambio climático es uno de los temas centrales para América Latina y el mundo, y va a generar tensiones entre países, especialmente en aquellos cuyas políticas productivas son y seguirán siendo de corte extractivo”, dice Scorza. “Cada país en la región tendrá que ver cómo aprovechar sus ventajas competitivas sobre el tema climático y cómo puede generar procesos de transformación e innovación. Creo que será interesante que Estados Unidos valore eso y también, inclusive, aporte recursos”.

Otro de los grandes temas que atraviesan la relación entre Estados Unidos y América Latina es el migratorio, si bien es un tema que involucra principalmente a México y los países de Centroamérica. “Para Estados Unidos, la forma en que se entiende la relación con América Latina es a través de la migración. En el día a día se ve a América Latina porque está aquí”, dice McKaughan. “Donald Trump, desde su campaña electoral, ha dado un mensaje muy fuerte principalmente contra las personas migrantes de origen hispano y, más que nada, ha creado una simbología contra ellas. Y, por extensión, ha generado una imagen de América Latina como una amenaza para Estados Unidos: la frontera, las caravanas, las drogas, todo lo malo viene del sur”. En esta cuestión, Biden, nuevamente, marca una distancia tajante de su opositor: entre sus primeras acciones, detuvo la construcción del muro y las deportaciones y habla de favorecer la regularización de las personas migrantes en condición irregular. No obstante, según Scorza, “el tema migratorio es una política interna, no externa, y todavía no se está hablando de un plan integral de migración”.

“Para Estados Unidos, la forma en que se entiende la relación con América Latina es a través de la migración. En el día a día se ve a América Latina porque está aquí”.

Sean McKaughan

“Para Estados Unidos, América Latina no es una prioridad”, dice Scorza. “Sus principales aliados son europeos y es probable que ahora busque alianzas en el Medio Oriente por temas de seguridad nacional y económica. Y, además, por interés geopolítico, tendrá que ver cómo va a construir su relación con China. Pero no veo que América Latina sea la mayor prioridad en su agenda”. Y justamente la relación con China, que fue lastimada en la administración Trump, es una de las grandes incógnitas que se abren en este nuevo periodo presidencial de Estados Unidos. Según McKaughan, “la tensión entre China y Estados Unidos va a cambiar, pero aún no se sabe cómo. No sé si Biden podrá volver a tener la relación con China que teníamos antes; yo creo que no existe esa posibilidad, dado que el contexto ha cambiado”. No obstante, según Scorza cabe esperar una preocupación de los Estados Unidos con respecto al avance de las inversiones chinas en América Latina: “Creo que a Estados Unidos le va a interesar contener la llegada de la inversión China a América Latina”. Desde esta perspectiva, la región enfrenta un gran desafío ante el riesgo de quedar atrapada entre dos gigantes.

Las expectativas y la Real Politik

La salida de Donald Trump ha generado fuertes reacciones, tanto de opositores como de seguidores, y estas reacciones han tenido gran repercusión mediática. En un país que se encuentra profundamente dividido, el sistema de medios masivos de comunicación, que incluye las redes sociales, también es partícipe de la polarización. En este sentido, ¿hasta qué punto cabe esperar grandes cambios en los términos planteados por los dos extremos del espectro? “Biden no tiene una agenda progresista. Es un demócrata de centro y en algunos temas puede ser más progresista que en otros, pero ahora como presidente le toca gobernar un país muy polarizado y posiblemente su principal preocupación sea generar cohesión social interna”, dice Scorza.

Por su parte, McKaughan considera que es importante tener en cuenta el propio nivel de expectativas: “yo no creo que Biden vaya a cambiar todo de la noche a la mañana. Pero sí creo que están las bases que necesitamos de un discurso positivo para construir futuro. Lo más importante para mí es que cree en la ciencia, entiende que la diversidad es una fortaleza, y que la historia de Estados Unidos es problemática, porque hay desigualdad, diferencias raciales, diferencias en el tratamiento a distintos grupos y él encara eso abiertamente”. Pero, además, McKaughan resalta el hecho de que en una democracia “hay diferentes perspectivas sobre el mundo que queremos y hay siempre una lucha de cada sector para impulsar su visión. Eso es la democracia y nunca va a ser perfecta”.

“No cabe esperar cambios estructurales en la agenda climática porque el nuevo gobierno no tiene la fuerza social para acompañarlos. Otros temas, en cambio, sí cuentan con esa potencia: cuestiones raciales, de equidad y de inclusión tienen mucha más fuerza y creo que ahí hay espacio para mejoras”.

Valeria Scorza

En esta misma línea, Scorza habla de la importancia de analizar las posibilidades que tiene la figura presidencial de implementar cambios estructurales durante un período de gobierno. “En el tema climático, por ejemplo, que es absolutamente central, Biden anunció la vuelta al Acuerdo de París, pero, ¿va a convertir a Estados Unidos en un país totalmente descarbonizado? Por supuesto que no, porque no puede. Tendrá que generar los procesos institucionales para alcanzar la neutralidad al 2050 o antes. Pero no cabe esperar cambios estructurales en la agenda climática porque no tiene la fuerza social para acompañarlos”. Desde esta perspectiva, realizar un análisis sobre el posicionamiento a nivel social que tienen las diferentes agendas puede arrojar respuestas sobre en qué temas es posible esperar cambios. “Otros temas, en cambio, sí cuentan con esa potencia: cuestiones raciales, de equidad y de inclusión tienen mucha más fuerza y creo que ahí hay espacio para mejoras”. Pero, según Scorza, es importante diferenciar entre “lo que se quiere y lo que se puede”.

América Latina unida: ¿Tan solo una utopía?

Buena parte del mundo ha seguido muy de cerca las elecciones en los Estados Unidos y desde el sistema mediático masivo, así como desde los medios independientes, se han hecho todo tipo de análisis sobre qué esperar de esta nueva administración. Sin embargo, desde la mirada de América Latina, cabe preguntar, ¿cómo la región quiere posicionarse frente a un actor como Estados Unidos, independientemente de su gobierno de turno? En primer lugar, tanto McKaughan como Scorza coinciden en que “América Latina” no deja de ser un término que esconde la inmensa diversidad de la región y la complejidad de sus diferentes contextos internos. “Hablamos de América Latina como algo homogéneo y no lo es”, dice McKaughan. No obstante, hay ciertas bases que cualquier país debe tener en cuenta para entablar una relación bilateral con Estados Unidos. Según McKaughan, esa base es el mercado.

“Lo que no cambia en Estados Unidos es la importancia de la economía. Y si hay pactos que los dos partidos comparten, tienen que ver con los negocios; algunos tienen el ojo en el trabajo, otros ponen el ojo en las ganancias. Pero al final del día hay una religión del mercado muy fuerte que realmente no está en discusión”, dice McKaughan. “En última instancia, si uno se orienta con esta cuestión, yo creo que hay una continuidad increíble. Para la política económica de los países, para temas de intercambio de tecnología, promoción de las empresas, del intercambio de propiedad intelectual, acuerdos de comercio, no hay muchos cambios de una administración a otra”. En este marco, McKaughan considera que el continente tiene afinidad como para generar un pacto de las Américas en lo económico y que en particular los países latinoamericanos tienen la oportunidad de influir en la política económica de los Estados Unidos y así generar acuerdos mediante los cuales posicionarse mejor frente al mundo.

“Lo que no cambia en Estados Unidos es la importancia de la economía. Al final del día, hay una religión del mercado muy fuerte que no está en discusión”.

Sean McKaughan

No obstante, América Latina carece de un acuerdo a nivel regional: “No hemos logrado generar un acuerdo que nos unifique como un bloque”, destaca Scorza. “Vemos espacios multilaterales como la Unión Africana, que se organiza como bloque y empuja los intereses comunes. América Latina no ha definido sus intereses como para defenderlos en conjunto y eso se ve en el tema climático: Chile, por ejemplo, aumenta su ambición climática pero no firma Escazú; mientras que México no aumenta su ambición climática, pero firma Escazú”. En el tema climático cada país define sus propias ambiciones y, desde esta perspectiva, la región se encuentra atomizada, sin posibilidades de liderar una transición justa. “Por esto es importante que las organizaciones de la sociedad civil generemos convergencias y aglutinemos intereses, para impulsar la ambición de los países en cuanto a sus compromisos climáticos”.

El tema climático presenta una gran oportunidad para consolidar acuerdos en la región en términos de conservación, energía y modelo productivo. Pero, ¿por qué América Latina no ha generado un bloque regional a partir del cual establecer presupuestos e intereses comunes y estrategias para defenderlos? Scorza considera que es una pregunta muy difícil de responder, pero hace mención de algunas cuestiones que pueden estar en juego: “Creo que ha habido muchas disputas entre países, mucha intervención y competencia. Pero al mismo tiempo hay gran solidaridad entre los pueblos, entre los movimientos, entre las bases sociales. Por lo que, tal vez, la pregunta sea: ¿por qué las élites políticas y económicas no quieren una Latinoamérica unida y cohesionada?”

Pero no son únicamente las élites las que se interponen en ese proceso de la unidad. Scorza se pregunta si los movimientos progresistas latinoamericanos lograrán construir una agenda común. “¿Cuáles son los mínimos para la construcción de una agenda común? Creo que las élites han construido una agenda común y lo hicieron muy bien en la época de las dictaduras. Ahora la pregunta es si hay una agenda progresista que genere las bases para consolidar una fuerza de bloque. Pero aún no se ve una arquitectura sólida que soporte este proceso ni tampoco liderazgos”. Estos factores dificultan la concreción de una alianza regional y debilitan el posicionamiento de América Latina frente a Estados Unidos y el mundo. Por esto, más allá de los procesos institucionales que pueda atravesar la potencia del norte, la región se encuentra ante el desafío de transitar su propio proceso de unidad, para consolidar su autonomía y su soberanía en un mundo en el que el cambio climático y el COVID-19 marcan la urgente necesidad de una nueva globalización.

Por Yanina Paula Nemirovsky (Fundación Avina)


El contenido de esta publicación no refleja la posición de la Fundación Avina sobre el tema.