La Constitución de un país es el principal proyecto colectivo de una sociedad. Es por eso que esa sociedad tiene que tener una constitución que se le parezca. Que se parezca a sus diversidades, a sus anhelos, a su inteligencia colectiva y que proyecte un modelo de sociedad para los hijos y nietos todavía no engendrados. Parecerse desde la paridad de derechos y desde la igualdad de acceso a oportunidades. Y semejante proyecto no se construye desde un suceso, sino desde un proceso donde lo que parecen idas y vueltas son en realidad aprendizajes y avances.

Manifestación durante el estallido social de 2019. Foto: David Arboleda
Esta nueva etapa del proceso constituyente iniciada en el plebiscito de salida que rechazó la propuesta constitucional elaborada por la Convención, parte de antecedentes generados por una sociedad civil convertida en una multitudinaria asamblea ciudadana, que primero se manifestó desde protestas masivas, luego votando la habilitación de la reforma, a los candidatos a convencionales y posteriormente no dando aprobación a la nueva constitución. Este ejercicio cívico del pueblo chileno genera aprendizajes que tienen que ser atendidos en esta nueva etapa, porque queda claro que no existirá futura carta magna que pueda ser aprobada si no interpreta los mandatos del pueblo por sobre los intereses -por más loables que sean- de sus dirigentes.
Hoy, quienes tengan la responsabilidad de avanzar en la redacción de una nueva constitución en Chile, no tienen margen para apartarse de la voluntad popular. Voluntad popular que, aún fragmentada y expresada, en ocasiones, de forma radical y desbordada, sigue representando el hartazgo expandido de las mayorías debido a los privilegios concentrados en minorías. Pero al mismo tiempo, y aquí está el aporte innovador, el pueblo chileno ha demostrado que, así como no aprobará textos que mantengan o profundicen minorías privilegiadas en los aspectos económicos, tampoco lo hará con contenidos que se aparten de la equidad social exacerbando o sobreactuando derechos que benefician a segmentos de la población históricamente marginados. Y el gran aprendizaje reside en que son esos mismos segmentos marginados quienes ponen los límites y enmarcan los contenidos.
Son esos aprendizajes los que deben rescatar y ponderar quienes estarán involucrados en la nueva etapa y también aquellos ciudadanos del mundo que deseen involucrarse de manera protagónica en el diseño de su futuro, así como lo ha hecho el pueblo chileno.

Encuentro de organizaciones de la sociedad civil para debatir escenarios posibles para la democracia chilena. Foto: 3xi
Aprendizajes que innovan la democracia
Algunas de las preguntas que plantea hasta aquí el proceso reformista son: ¿Cómo canalizar propuestas colectivas además de resolver protestas masivas mediante los canales de la institucionalidad? ¿Las herramientas del Siglo XX pueden generar las constituciones del Siglo XXI? ¿El resultado — el proyecto de constitución — depende del proceso — de la convención constituyente? ¿El proceso de construcción de un texto constitucional debería escribirse en base a la síntesis de intereses contradictorios o sobre el despliegue de intereses en pugna? ¿El pueblo no se equivoca o el pueblo se equivoca y corrige? ¿Cómo generar debates inclusivos que contemplen a la diversidad de la sociedad? ¿Cómo reflejar en un texto comprensible para todos, la complejidad de una sociedad moderna? ¿Las protestas masivas y el plebiscito inicial parecían poner fin a las élites, pero el plebiscito de salida marcó su retorno?
¿Se puede constituir un órgano legislativo con mayoría de candidatos independientes sin pertenencia partidaria o ideológica? ¿Los independientes son la solución a los males del sistema político tradicional y los llamados a reemplazar a las estructuras partidarias? ¿La experiencia de la convención indica que es indispensable que existan espacios partidarios que agrupen y organicen? ¿Puede ser comprendida una constitución por toda la población sin una estrategia de comunicación orgánica más allá de lo que comuniquen los involucrados? ¿Se puede plebiscitar una constitución de 300 artículos o algunos contenidos deberían depender de normativa posterior? ¿Cómo resolver la división entre definir contenido por parte de representantes y especialistas y aprobarlos a partir del voto popular? ¿Cómo garantizar una arquitectura cívica que haga llegar a la Convención Constituyente las preocupaciones y propuestas del pueblo? ¿Continúan vigentes las categorías de izquierda y derecha para encuadrar e interpretar las expresiones ideológicas?

El 85% de las personas registradas en el padrón electoral acudió a votar el 4 de septiembre de 2022 para expresar su decisión sobre la propuesta constitucional. La opción “rechazo” se impuso con casi un 62% de los votos válidos. Foto: YPN
El aporte de respuestas a estas preguntas surge del propio proceso chileno con fuerza y con la consistencia necesaria como para resolver los tres desafíos que plantea la gestión de esta nueva etapa constituyente: una democracia desde la diversidad; un proceso constituyente desde la convergencia; una constitución desde la negociación. De esta manera Chile continuará innovando la democracia no poniendo la centralidad de lo que viene en una Asamblea que actúe al margen del sistema político o en un Congreso Nacional que margine las diversidades de la sociedad; la centralidad de esta nueva etapa debería estar en un diálogo nacional institucionalizado que potencie la diversidad de contenidos y que las más amplias expresiones de la sociedad terminen aportando a esa Constitución innovadora.
Tener claridad respecto a que lo nuevo no garantiza que sea lo distinto es clave. Lo distinto no sería escribir la constitución más innovadora o más original. Lo distinto — e innovador — sería redactar una constitución que sea lo más parecida al pueblo chileno.
Autora: Ximena Torres
Para contribuir a la discusión sobre los procesos democráticos y de cara a los aprendizajes que aporta la experiencia chilena, Fundación Avina publicó un libro que propone una respuesta a la pregunta de cómo un estallido social se canalizó institucionalmente, a partir de testimonios de personas que protagonizaron el proceso en sus distintas etapas y de una extensa investigación en fuentes bibliográficas. Además de reconstruir la historia, el libro ofrece aprendizajes del proceso constitucional que son de enorme valor, tanto para Chile como para América Latina, y la mirada de referentes de la región que pueden aportar nuevas perspectivas de cara al proceso que se viene.
El libro de puede descargar de forma libre y gratuita en este link