El proceso de reforma constitucional chileno continúa generando aprendizajes para las democracias del mundo y especialmente de Latinoamérica.

El plebiscito de salida pensado inicialmente para que el pueblo chileno aprobara una nueva constitución dio por resultado un abrumador rechazo al nuevo texto propuesto por la Convención Constituyente (61,9% rechazo, 38,1% apruebo). Este hecho abortó la reforma, pero, al mismo tiempo, desafía y enriquece el proceso, porque desde la perspectiva de un proceso de reforma, los aprendizajes de este camino iniciado el 18 de octubre de 2019, cuando un grupo de estudiantes saltó los molinetes del metro para oponerse al aumento del boleto, iniciando multitudinarias protestas que se mantendrían por meses e inspirando el insuperable eslogan “no son 30 pesos, son 30 años”, deben ser analizados bajo la siguiente mirada: el plebiscito para que Chile aprobara la Constitución se convirtió en Chile plebiscitando la democracia.

Algunos datos de contexto:

  • Sobre un padrón de 15,1 millones de votantes, concurrieron a sufragar 12,9 millones, convirtiéndose en el porcentaje (85,4%) más alto de participación en la historia chilena. Es necesario mencionar que el sistema electoral habitualmente aplicado define al voto como voluntario, pero en esta ocasión, el voto se dispuso como obligatorio.
  • De los 155 convencionales, 37 respondían a sectores y partidos de derecha y el resto a listas independientes, de izquierda y movimientos indígenas. La cantidad de votos necesarios para aprobar los artículos propuestos era de 104.
  • Resulta llamativo comprobar que en los sectores altos el apruebo estuvo cerca del 40% y en los sectores bajos en 25%. Otro dato interesante es verificar que en poblaciones mayoritariamente compuestas por personas de origen indígena como Alto Bio Bio (80,37%) el rechazo se impuso por más del 75% de los votos.
  • Con el resultado de Rechazo confirmado, la gran mayoría de las fuerzas políticas coincidieron que lo que se había rechazado era un determinado proyecto de Constitución, pero que la necesidad de reforma constitucional continuaba vigente.
  • En su discurso a la población cuando ya estaba confirmada la tendencia de rechazo, el presidente Gabriel Boric sostuvo que en el nuevo proceso constituyente la centralidad la tendría el Congreso.

Resultados del plebiscito 2022 en comunas Alto Bio Bio, Saavedra, Chol Chol, Tirúa y Galvarino. * Fuente: Servel. ** Fuente: BCN. ** % respecto al total de personas presentes en el Registro Social de Hogares (RSH)

Fuente: “Resultados Plebiscito 2022. Análisis comunal sobre decisión de voto y participación”, Miguel Ángel Fernández y Eugenio Guzmán (Universidad Del Desarrollo)

Chile interpela la democracia

A partir del resultado del plebiscito de salida, Chile plantea a las democracias del mundo diez preguntas clave para analizar y comprender cómo construir procesos que permitan generar acuerdos colectivos para evitar frustraciones y desencantos masivos.

  1. ¿Cómo canalizar propuestas además de resolver protestas? Debe destacarse que el proceso constituyente fue un éxito contundente en cuanto a su capacidad de canalizar institucionalmente una protesta social masiva (millones de personas en las calles), sostenida (por meses) y desmadrada (muertes, heridos graves, edificios quemados) fijando un objetivo concreto como lo es escribir una nueva constitución. Sin embargo, el proceso no pudo resolver la manera de construir una propuesta que fuera aceptada por la gran mayoría de la población para evitar que una interpelación generalizada terminara en un desencanto masivo.
  2. ¿Herramientas del Siglo XX pueden generar las constituciones del Siglo XXI? Las herramientas de participación más allá del voto y el diseño de los espacios para la construcción colectiva de los instrumentos para resolver la organización de vida colectiva responden a cosmovisiones del Siglo XX (incluso del siglo anterior) que a la luz de la complejidad de las sociedades del Siglo XXI resultan inadecuadas. Una Asamblea Constituyente diseñada desde lógicas anacrónicas, reglamentos que formalizan pero no legitiman decisiones, plebiscitos totalizantes que no brindan alternativas más allá del voto binario por si o por no, resultan ineficientes para la construcción de consensos o convergencias.
  3. ¿El resultado es el proceso? Procesos erróneos generan contenidos equivocados. La nueva constitución que no fue tuvo dos grandes debilidades que determinaron su suerte: un contenido para algunos incomprensible, para otros amenazante, para una parte inaceptable, para otra digerible y para la gran mayoría ajeno a su vida, sumado a un proceso desacreditado que nunca logró anclar en el espíritu colectivo. El conteo final de un plebiscito de validación tendría que ser un resultado cantado que no debería sorprender a nadie, porque el objetivo de una convención constituyente es generar la constitución posible, la constitución que se parezca a Chile y no una constitución que sea idéntica a una parte de su sociedad. El proceso de construcción de un texto constitucional debería escribirse en base a la síntesis de intereses contradictorios y no sobre el despliegue de intereses en pugna.
  4. ¿El pueblo no se equivoca? Chile rompió el mito que sostiene que el pueblo no se equivoca. En la elección de constituyentes realizada en mayo del 2021, el pueblo optó mayoritariamente por un perfil de dirigentes que no provenían del sistema partidocrático y se identificaban con las corrientes denominadas progresistas. En ellos y en ellas el pueblo chileno depositó la confianza para la escritura de una nueva constitución. En el plebiscito de salida, una abrumadora mayoría de aquellos votantes -y otra gran cantidad que se sumo a partir del voto obligatorio- expresaron con la misma contundencia con la que los habían elegido poco más de un año antes, que se habían equivocado al votarlos y que por lo tanto no aprobaban la constitución que habían elaborado. El pueblo se equivoca y corrige.
  5. ¿Cómo generar debates inclusivos? En una conformación asimétrica de fuerzas, la minoría ignorada en el espacio institucional (en este caso la Asamblea Legislativa) buscó compensar poder recurriendo a espacios, actores y canales externos no solo cuestionando el contenido del proyecto, sino degradando el proceso y a la propia Asamblea. Si a ello se suma que la Convención carecía de una estrategia propia de prensa, los medios masivos y las redes sociales fueron nutridos de manera sistemática y estratégica por información y mensajes negativos hacia el proceso sin un contrapeso que pudiera neutralizar los efectos de la campaña por el rechazo. De esta manera se convirtió al plebiscito no en un acto consensuado para validar una nueva constitución, sino en una puja electoral entre quienes impusieron contenidos en la Asamblea y quienes se opusieron a esos textos en los medios.
  6. ¿Hay comprensión de la complejidad y diversidad? La posibilidad de reunir la cantidad de votos para poder aprobar contenidos desde uno de los perfiles sin necesidad de acordar con los representantes del otro espectro permitió la conformación de consensos excluyentes o sesgados. La construcción colectiva en sociedades complejas en cuanto a la trama de intereses en pugna y diversa en cuanto a la variedad comunidades y enfoque de agendas obliga a acordar convergencias incluyentes, donde se puedan definir objetivos compartidos pero estrategias de implementación amplias y variadas, para que las diversidades y complejidades puedan ser plasmadas en la narrativa del texto y canalizadas en las reglamentaciones posteriores.
  7. ¿El fin de élites? A lo largo del proceso constituyente quedaron de manifiesto dos hechos concretos que afectan a las élites más allá de sus procedencias y posiciones político- ideológicas. En las elecciones de constituyentes los sectores conservadores (que podrían considerarse en términos que tal vez ya no apliquen de manera estricta como de derecha) fueron castigados para darle supremacía a referentes de movimientos sociales, independientes y progresistas (continuando con la clasificación anacrónica, podríamos tildarlos de izquierda) y al mismo tiempo, los representantes del sistema político tradicional fueron prácticamente dejados de lado para optar por dirigentes independientes, que no provenían de las fuerzas políticas tradicionales, la mayoría de ellos, sin experiencia política partidaria y mucho menos legislativa. En el plebiscito de salida, quienes recibieron castigo fueron las elites independientes y aquellas que lideran organizaciones defensoras de derechos humanos, de poblaciones indígenas, de igualdad de género y medio ambientales, es decir, la elite progresista. El concepto de elite percibido como casta, como actores que se alejan de sus representados, fue sancionada en las distintas elecciones sin importar su pertenencia partidaria o ideológica. El rechazo al texto también es un rechazo a la figura de las élites. Ahora que el Congreso recupera la centralidad del proceso, habrá que ver si las elites castigas logran recuperar su rol o seguirán siendo rechazadas, ya no desde un plebiscito o desde una elección, sino desde la participación cívica más allá del voto.
  8. ¿El independiente es la solución a los males del sistema político tradicional? Votados mayoritariamente en las elecciones a constituyentes y cuestionados masivamente en el plebiscito, la figura del independiente como alternativa al referente de la partidocracia y del sistema político tradicional parece estar en jaque. Y posiblemente esté muy cerca del jaque mate, si sumamos las conclusiones de algunos constituyentes surgidos de las candidaturas de independientes, que reconocen que fue muy dificultoso acordar con tantos representantes que respondían a sí mismos y a sus propias agendas. En un Congreso integrado mayoritariamente por diputados o senadores independientes, sería prácticamente imposible llegar a construir acuerdos para aprobar leyes, por lo tanto, es indispensable que existan espacios partidarios que agrupen y organicen.
  9. ¿Comunicar o no comunicar, esa fue la cuestión? Resultó llamativo y hasta incompresible que la Asamblea Legislativa no contara con una estrategia de comunicación para la pedagogía y la movilización. Pedagogía para llegar a toda la población para explicar los contenidos de la propuesta, sus fundamentos y sus impactos reales. Movilización de la ciudadanía para aportar contenidos y sondear sobre la recepción en la población de los principales lineamientos del proyecto constitucional para ajusta contenidos cuando éstos no fueran bien recepcionados por la ciudadanía. Una asamblea constituyente sin comunicación no solo no instala el fruto de su trabajo, sino que además queda a merced de aquellas estrategias comunicacionales que interpretan los contenidos de acuerdo a sus intereses particulares y presentan las debilidades del proceso para dañar y no para construir. Por otro lado, deja a la Asamblea Legislativa sin territorialidad, sin capilaridad en espacios clave como puede ser, por ejemplo, el sistema educativo.
  10. ¿Cómo resolver la división entre definir contenido y aprobarlo? El proceso generó un dilema que no pudo resolver: puso en manos de los constituyentes la definición de contenidos y en manos del pueblo su aprobación. Sin un procedimiento adecuado para resolver la ecuación, el resultado sería suma cero y vuelta al estado anterior. El procedimiento dividió a quienes definieron el contenido de la constitución de quienes terminarían por aprobarlo, pero no contempló que para ello se necesitaba mucho más que un plebiscito y una elección de constituyentes para legitimar la Asamblea. Se requiere de una arquitectura cívica que haga llegar a la Convención Constituyente la totalidad de la diversidad de intereses en pugna para que luego los convencionales arriben a las síntesis de contradicciones, y partir de validaciones parciales, se terminara dando a luz una Constitución que conjugara las diversidades. El aprendizaje debe tomar la contundencia del resultado del plebiscito para convertirlo en un futuro proceso constituyente que concluya en un nuevo texto constitucional más contundente aún, cuya legitimación no se de en el suceso de un plebiscito, sino en el propio proceso y donde su contenido se escriba en las páginas de la futura constitución y en la piel de la ciudadanía.

En síntesis, este plebiscito a la democracia que Chile está construyendo está demostrando que la centralidad de un proceso constituyente no puede estar en una Asamblea al margen del sistema político ni tampoco en un Congreso Nacional que margine las diversidades de la sociedad; la centralidad de esta nueva etapa debería estar en un diálogo nacional institucionalizado que potencie la diversidad de contenidos y que las más amplias expresiones de la sociedad terminen aportando a esa Constitución para que realmente se parezca a la totalidad del pueblo y no al totalitarismo de unos pocos representantes de turno.

La jornada electoral tuvo una amplia participación en todo el territorio nacional

Autor: Carlos March


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