Las ciudades son lugares contradictorios. Desde su mismo surgimiento, han sido la arena de grandes progresos y también de grandes desastres. El espacio urbano es el lugar en donde se materializan las tensiones sociales. Allí es donde se ponen en evidencia las desigualdades, se monopoliza el uso de los recursos naturales y donde se generan las tres cuartas partes de los desechos del mundo entero y también de las emisiones de gases de efecto invernadero. Las ciudades ocupan apenas dos de cada cien metros cuadrados de tierra existente, pero sin embargo consumen más de la mitad de toda la energía que se consume en el mundo. Pero, al mismo tiempo, las ciudades son los centros por excelencia de actividad política y de organización ciudadana; de generación riqueza y de conocimiento.
La resiliencia como solución a las tensiones urbanas.
En las grandes urbes, así como en las pequeñas, las tensiones sociales vienen en todas las formas, tamaños y colores, pero pueden clasificarse en dos tipos: las presiones crónicas y los shocks agudos. Las presiones crónicas son como las enfermedades crónicas: están siempre presentes, condicionan la vida de las personas, y terminan convirtiéndose en parte integral de la cotidianidad. Ejemplos de presiones crónicas son altos niveles de desempleo, violencia endémica, transporte público sobrecargado o ineficiente, escasez de agua, de alimentos, mala calidad del aire o presiones migratorias. Los shocks agudos, por el contrario, son situaciones repentinas que amenazan la integridad del territorio urbano, como podrían ser terremotos, inundaciones, ataques terroristas o epidemias.
Las ciudades en el mundo pueden tener mayor o menor capacidad para hacerle frente a estos eventos. Esa capacidad de sobrevivir, de adaptarse y seguir creciendo pese a las situaciones adversas se llama resiliencia. La resiliencia se ha convertido en una de las metas más preciadas que se deben alcanzar en los entornos urbanos. Allí en donde se juntan todos los conflictos es en donde se requiere la máxima capacidad de adaptación y de recuperación, para así garantizar el bienestar de sus habitantes y el cuidado del ambiente. Pero, para avanzar en el desarrollo de ciudades resilientes e inclusivas, es necesario comprenderlas como sistemas múltiples, que integran lo social, lo económico, lo político y lo ambiental.
América Latina: una región resiliente
América Latina es la región más urbanizada y más desigual del planeta. En este contexto y de cara al 2030, el núcleo del desarrollo sostenible debe ser la construcción de ciudades resilientes, en un marco de ejercicio de los derechos humanos y de preservación de los bienes y servicios ambientales. La propuesta es promover perspectivas que logren un entendimiento integral de los entornos urbanos, a la vez que de un enfoque transversal que avance sobre la idea de gestión, reducción y prevención de riesgos, fomentando la resiliencia urbana y la inclusión. El Objetivo de Desarrollo Sostenible número once reza: “Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”. Queda claro que las ciudades son un eje clave en la construcción de un modelo de desarrollo sostenible, no solo en América Latina, sino en el mundo entero.
Son muchos los acuerdos globales que demuestran la importancia de lograr este objetivo:el Marco de Sendai, que habla sobre reducción del riesgo de desastres; el de Addis Abeba, que establece herramientas para financiar el desarrollo sostenible; los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, que comprometen a sus integrantes a construir un modelo de desarrollo basado en el bienestar de las personas y el cuidado del ambiente. La Conferencia de París sobre el cambio climático establece el compromiso mundial de limitar el calentamiento global promedio en 1.5 grados centígrados. La Cumbre Humanitaria Mundial se enfoca en iniciar acciones que permitan a los países y las comunidades prepararse para las crisis, responder a ellas y compartir las mejores prácticas. La Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible, o Hábitat III, estableció la Nueva Agenda Urbana para los dos próximos decenios y puso la resiliencia en el centro de su visión.
La agenda del 2030 está definida. Ahora es el turno de las sociedades el hacerla cumplir, a través de sus acciones colectivas. Se podría decir que la resiliencia también es una cualidad de los individuos. Así, desde el interior de cada persona, la claridad sobre el futuro que queremos vivir será la que nos impulse, como sociedad, a construir la resiliencia que por naturaleza todos los seres humanos llevamos dentro.
Por: Yanina Paula Nemirovsky – Fundación Avina