La crisis ecológica global es el resultado de la actividad humana desarrollada bajo un sistema productivo que no reconoce los límites físicos del planeta. Esta premisa, que manifiesta el gran problema subyacente a la crisis, constituye también la base para diseñar un nuevo sistema que verdaderamente pueda definirse como sostenible. Y la ecología política ofrece una propuesta para construir el mundo que se viene.

Carlos Merenson
Carlos Merenson es referente en materia de ecología política. Es ingeniero forestal y se desempeñó como director general de Recursos Forestales de la Secretaría de Agricultura Ganadería y Pesca de la Argentina. Es también docente y conferencista y hoy en día se dedica al desarrollo teórico y la difusión de la ecología política y las respuestas que ofrece ante los problemas que acucian las sociedades a lo largo y ancho del planeta. Merenson conversó con InnContext acerca de la crisis ecológica, la ecología política y la propuesta de economía que esta trae y que se caracteriza por estar en armonía con las fronteras y los ciclos de la naturaleza.
En primer término, ¿qué es la ecología política? Merenson responde: “es una ideología porque satisface tres condiciones básicas: es capaz de hacer una descripción y un análisis de la sociedad en que vivimos, es capaz de proponer una sociedad diferente y también puede diseñar una estrategia política para transitar de la sociedad que se critica a la que se propone”. En síntesis, Merenson define la ecología política como la ideología del ecologismo.
Ahora bien, la ecología política tiene cinco particularidades que le son propias y que la distinguen del resto de las ideologías características de la modernidad. Estas particularidades son:
- Los límites biofísicos son las verdaderas limitantes para el crecimiento económico. Merenson explica que “la ecología política plantea que el planeta Tierra tiene una capacidad de carga limitada en cuanto a población, una capacidad de carga productiva limitada en cuanto a recursos y una capacidad limitada de absorción en cuanto a contaminación. Esto es lo que realmente limita el crecimiento económico. Para las corrientes liberales y conservadoras, en cambio, lo que limita el crecimiento económico es la falta de libertad de mercado, y para las corrientes marxistas, son las relaciones de producción restrictivas”.
- Progreso es adaptación. Tras el reconocimiento de los límites biofísicos del planeta, la ecología política cuestiona el significado unívoco que se le ha dado en la actualidad al concepto de progreso. Dice Merenson que “para las ideologías dominantes, progreso es sinónimo de superación de límites. Para la ecología política, en cambio, progreso es el reto por perfeccionar lo más posible la adaptación a los límites que no debemos traspasar”.
- La superideología del productivismo es la responsable del inevitable choque contra los límites biofísicos del planeta. La ecología política cuestiona el productivismo, entendido como “la creencia en que toda organización social debe buscar la permanente expansión de los procesos de producción y consumo como única forma de satisfacer las necesidades humanas”, según define Merenson. Es una superideología en tanto constituye un paraguas bajo el que descansan las corrientes ideológicas dominantes. En su artículo “Del productivismo a la convivencialidad”, Merenson cita al ecologista Jonathon Porrit, que escribe en su libro Seeing Green, publicado en 1984: “Partiendo de un restrictivo racionalismo científico, ambos [capitalismo y comunismo] insisten en que el planeta está ahí para ser conquistado, que lo grande es evidentemente bello, y que lo no se puede medir no tiene importancia. Las similitudes entre estas dos ideologías dominantes son de mayor significación que sus diferencias. Las dos están unidas en una ‘superideología’ que lo abraza todo: el industrialismo”.
- Dada la existencia de límites, la demanda cuantitativa de la humanidad se debe reducir. Bajo esta premisa, el ecologismo “pone en tela de juicio una de las máximas aspiraciones de la mayoría de la gente que es el deseo de aumentar al máximo el consumo de bienes materiales”, explica Merenson. Y añade: “lo que cuestiona la ecología política es el consumismo”.
- Entre el ser humano y la naturaleza hay igualdad. Las ideologías dominantes plantean una relación jerárquica entre el ser humano y la naturaleza en la que el primero ocupa un lugar hegemónico. Esto se define, como explica Merenson, como un antropocentrismo despótico respecto de la naturaleza. Hay otra posición menos difundida, la del ecologismo profundo, que se denomina ecocéntrica o biocéntrica, que invierte la relación y coloca a la naturaleza por encima del ser humano. El posicionamiento de la ecología política, en cambio, es el ambiocentrismo: “allí no hay un superior o un inferior jerárquico entre seres humanos y naturaleza, sino que hay una igualdad, y lo que se coloca en el centro son las interrelaciones que se establecen entre ambos”.
Como corolario a esta caracterización, es importante resaltar el hecho de que la dicotomía izquierda-derecha, si bien tiene plena vigencia, al mismo tiempo resulta insuficiente para caracterizar todos los fenómenos políticos. En este sentido, Carlos Merenson señala que “si analizamos todas las ideologías menos la ecología política, sus debates y sus diferencias se desarrollan en un tablero clásico bidimensional que se define por los ejes derecha-izquierda y autoritarismo-democracia. En estos cuatro cuadrantes es posible englobar todas las formas de expresiones políticas conocidas. La ecología política, en cambio, le da una nueva dimensión al tablero, porque está atravesada por el eje productivismo-antiproductivismo”.
Desde esta perspectiva, “el ecologismo caracteriza la actual sociedad como un sistema mundo productivista, una civilización industrial que se forjó muy definitivamente a partir de la primera revolución industrial”.

La ecología política integra el eje productivismo-antiproductivismo al tradicional diagrama de clasificación de ideologías políticas
¿Estamos ante un colapso civilizatorio?
Para responder esta pregunta, Merenson primero propone una pregunta anterior: ¿qué entendemos por colapso civilizatorio? Y cita a Jared Diamond, que en su libro Colapso: Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, define el concepto de colapso civilizatorio como un momento en el que se produce un drástico descenso de la población humana en una determinada sociedad y a esto se le puede sumar o no un descenso drástico de la complejidad política, económica y social. Y esto ocurre en sociedades que ocupan grandes territorios y durante un periodo de tiempo muy prolongado.
Si bien las causas detrás de un colapso civilizatorio son muy complejas y particulares a una civilización específica, Jared Diamond identifica ocho grandes problemáticas ambientales comunes: la deforestación y la pérdida de hábitats, la erosión y los problemas de gestión del suelo, los problemas de gestión del agua, el abuso de la caza, la pesca excesiva, la introducción de especies exóticas, el crecimiento de la población humana y el aumento del impacto per cápita de la población humana.
“Estos problemas, que estuvieron presentes en distintas sociedades pasadas, están plenamente vigentes e incluso exacerbados”, aclara Merenson. Pero, agrega, las sociedades actuales enfrentan otros cuatro problemas que son propios de la sociedad industrial: “el cambio climático antropogénico, la enorme acumulación de sustancias tóxicas en el ambiente, la escasez de fuentes de energía y el agotamiento de la capacidad fotosintética de la tierra. Esta última equivale a la cantidad de energía solar que los organismos fotosintéticos, que son plantas, algas y cianobacterias, pueden capturar y convertir en hidratos de carbono a través del proceso de fotosíntesis, el cual sustenta toda la vida en nuestro planeta. Cuando decimos que existe un agotamiento de la capacidad fotosintética de la Tierra, nos referimos a la disminución de la energía solar que puede ser capturada por las plantas verdes debido a las interferencias antropogénicas que influyen sobre la disponibilidad de agua y nutrientes, a la presencia de contaminantes y otros factores ambientales como la degradación y pérdida de la diversidad biológica, la deforestación y la desertificación”.
Luego de establecer las definiciones necesarias, vuelve la pregunta: ¿estamos ante un colapso civilizatorio? Y Carlos Merenson responde: “Yo diría que no estamos ante un colapso del actual sistema mundo productivista o de nuestra civilización industrial, sino que estamos en una trayectoria insostenible que inevitablemente nos va a conducir a un colapso”.
“La mayoría de las corrientes de pensamiento y las ideologías dominantes, particularmente la vertiente hegemónica del productivismo, que es el capitalismo, considera que la ciencia, la técnica y el mercado pueden producir un progreso ilimitado. Pero para el ecologismo la visión es diferente: los niveles de vida, la esperanza de vida y el nivel de crecimiento económico son fruto de un proceso de saqueo y contaminación del planeta. Y no hay ninguna razón para suponer que tenemos garantizado el progreso futuro solo porque ‘progresamos’ (en el sentido de superación de límites) en el pasado. La realidad, más bien, es que el progreso pasado se logró sacrificando el futuro. Y el futuro ya llegó”.
Pero, ¿cuáles son los indicios para afirmar que la trayectoria de crecimiento actual conduce inevitablemente al colapso civilizatorio?
The limits of growth (Los límites del crecimiento) es un informe publicado por el Massachussets Institute of Technology (MIT) y elaborado por Donella y Dennis Meadows y su equipo de trabajo en 1972. Este informe discute la compatibilidad entre el crecimiento económico y poblacional exponencial y la finitud de los recursos naturales a partir de modelos computacionales que simulan escenarios diversos. “Este trabajo se realiza con una técnica novedosa en esos días, que era la dinámica de sistemas. Basados en los programas World1 y World2 desarrollados por Jay Forrester, el equipo del MIT desarrolló el programa Word3, que relacionaba variables como población, recursos naturales, producción de alimentos, contaminación y también inversiones de capital. Hasta ese momento, si analizaban las variables por separado, era muy difícil interrelacionarlas como para sacar conclusiones y ver cómo actuaba cada una respecto de las otras”.
Para las variables analizadas, se tomaron datos entre 1900 y 1970 y con ellos se elaboraron distintos escenarios futuros. Uno de estos escenarios es el denominado BAU, por sus siglas en inglés, Business as usual, también llamado “modelo mundial estándar”, que proyecta un futuro en el cual todas las variables siguen sus tendencias sin restricciones. “Lo que nos tiene que preocupar, aunque no sorprender, es que el modelo se está cumpliendo con una asombrosa exactitud en sus preanuncios del sobregiro y el subsiguiente colapso del sistema mundo productivista. Este es el modelo en el que la humanidad sigue con el negocio como de costumbre, como si no ocurriera nada, que es lo que está ocurriendo en la práctica”, explica Merenson.
Por otra parte, hay otros estudios más actuales que también levantan alertas. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Science, en septiembre de 2022, identifica 16 tipping points, o puntos de inflexión — que son puntos críticos en una situación, proceso o sistema más allá de los cuales tiene lugar un cambio significativo y probablemente imparable —, cinco de los cuales están a punto de ser alcanzados o incluso ya podrían haber sido sobrepasados. “Ese estudio”, dice Merenson, “muestra que estamos a cuatro décimas de grado de aumento en las temperaturas medias del planeta de alcanzar estos 5 puntos de no retorno, que son el derretimiento de los hielos en Groenlandia, el derretimiento de los hielos en la parte occidental de la Antártida, el deshielo del permafrost, la desaparición de los arrecifes de coral en zonas tropicales y la desaparición de los hielos en el mar de Barents”.

Localización de los tipping points climáticos en la criosfera (azul), biosfera (verde) y océano/atmósfera (anaranjado) y los niveles de calentamiento global a los cuales los tipping points serán probablemente alcanzados.
Los pines están coloreados de acuerdo con nuestra estimación del umbral de calentamiento global central por debajo de los 2 °C, es decir, dentro del rango del Acuerdo de París (naranja claro, círculos); entre 2 y 4°C, es decir, accesible con las pólizas vigentes (naranja, rombos); y 4°C y más (rojo, triángulos).
Fuente: Armstrong McKay et al, Science, 2022.
La temperatura media del planeta ya ha aumentado en 1,1 grados centígrados y está en camino de aumentar en 1,5 grados, el límite ideal fijado en el Acuerdo de París, aunque el límite máximo que establece es de 2 grados. No obstante, el estudio acerca del estado de los tipping points climáticos muestra que la meta de 2 grados centígrados es insuficiente y que 7 de estos puntos de no retorno se encuentran por debajo de ella. Atravesar estos umbrales desataría graves consecuencias para la vida en el planeta.
Entonces, ¿es posible evitar el colapso?
Responde Merenson: “Para la ecología política, la respuesta corta es que ya no”.
“El futuro es inherentemente impredecible, porque estamos hablando de un sistema complejo como la sociedad humana, y pueden ocurrir sorpresas buenas o malas o incluso tendencias a peor. Pero lo que hay que hacer para revertir los procesos que nos llevan al colapso es muy difícil, complejo y despierta enormes resistencias, particularmente por parte de las élites del poder que se benefician de la actual situación. Estas minorías se siguen beneficiando y tienen y mantienen su poder bastante intacto como para retrasar cualquier intento de cambio, menos de la profundidad que requiere la magnitud del problema”.
“Entonces, cuando estamos pasando puntos de no retorno y además hay una enorme resistencia para producir los cambios que habría que producir, no estamos muy errados en decir que ya no podemos hacer mucho por evitar ese colapso”. De modo que la pregunta no es tanto si evitar o no el colapso, sino tratar de controlar cómo colapsamos. “Lo que nos queda es lo que plantea Ugo Bardi, por ejemplo, que es intentar un colapso suave”. En efecto, en su libro Antes del colapso, Bardi propone la idea de que los intentos de evitar el colapso tienden a empeorarlo, por lo cual, la mejor estrategia es ir en la misma dirección que marca la tendencia y concentrar los esfuerzos en controlar su ritmo y sus efectos. Pero la propuesta de Bardi no es la única en este sentido: existen muchas otras que parten desde el punto de aceptar el colapso como algo inevitable, para tratar de regular de la mejor manera los efectos del colapso. Como dice Jorge Riechmann, tratar de “colapsar mejor”.
“Y esto”, dice Merenson, “implica iniciar una transición hacia un mundo diferente”.

Estado de los tipping points. Elaboración de The Guardian.
¿Cómo es el sistema económico que propone la ecología política para un mundo sostenible?
La cuestión del crecimiento es central para la ecología política y también sigue generando profundos debates acerca de cómo podría ser una economía que no estuviera en permanente crecimiento. Existen modelos de crecimiento cero e incluso de decrecimiento, pero teniendo en cuenta la desigualdad que existe entre los países, particularmente entre el Norte y el Sur Globales, ¿qué tan viable es considerar estas alternativas en la búsqueda de nuevos modelos económicos?
“En primer lugar, cuando decimos que una economía puede crecer siempre, estamos hablando de un crecimiento exponencial, es decir que el crecimiento en un determinado periodo de tiempo es muy superior al que se puede experimentar en el mismo periodo de tiempo bajo un crecimiento lineal. El crecimiento perpetuo de una economía en términos de Producto Interno Bruto es posiblemente el objetivo más universalmente aceptado, al punto que todas las corrientes del capitalismo y del socialismo buscan el crecimiento económico y se esfuerzan por maximizarlo. Pero lo hacen ignorando tres factores que nunca deberían ser ignorados”. Estos factores, explica Merenson, son los siguientes:
- La finitud de los recursos y los servicios que nos presta nuestro hogar común.
- La entropía (segunda ley de la termodinámica). Este concepto es muy complejo, pero en líneas generales, mide la cantidad de energía que ya no se puede aprovechar transformándola en trabajo, es una medida del desorden del mundo físico y alude a la irreversibilidad de los procesos físicos. Según la primera ley de la termodinámica, nada se pierde y todo se transforma, pero la segunda ley dice que en todos los procesos, cierta cantidad de energía se transforma en energía no utilizable. El concepto de entropía alcanza también a la materia, y ambas, energía y materia, tenderán siempre a adoptar los estados de mayor entropía, es decir, de mayor desorden.
- La interdependencia ecológica compleja, cuyo equilibrio es tan delicado que cualquier alteración desata consecuencias.
“Estas tres condiciones establecen límites estrictos para el crecimiento económico”, añade. Por esto, el ingeniero apunta que es indispensable hablar de crecimiento económico toda vez que se quieran abordar desafíos en torno a la sostenibilidad. “Algunas personas sostienen que la sostenibilidad requiere del crecimiento económico y lo intentan demostrar con lo que se conoce como la curva ambiental de Kuznets, que es una curva que muestra que cuando una economía empieza a desarrollarse, los impactos ambientales son muy altos, pero alcanzado un punto de ese desarrollo, esos impactos empiezan a bajar y se logra subsanar el costo ambiental de ese desarrollo. Pero cuando se hacen esos análisis, que se aplican a países desarrollados, nunca se consideran los llamados flujos ocultos de esas economías. Me refiero a lo que algunos llaman sus mochilas ecológicas y que hace referencia a los extractivismos que llevan a cabo en los países de la periferia, dejando los pasivos ambientales de sus economías y estilos de vida fuera de sus fronteras”.
De manera que Merenson considera que no es acertado decir que el crecimiento económico es necesario para mejorar el ambiente. “Nada es tan opuesto al concepto de sostenibilidad como la idea de una economía en crecimiento perpetuo. Un ‘aumento sin fin’ de la economía frente a la finitud de nuestro hogar común definen que, cuando se aplica a cosas materiales, el concepto ‘crecimiento perpetuo’ es un oxímoron”.
Por esto, la ecología política propone volver al conocido concepto de desarrollo sostenible , entendido como un desarrollo sin crecimiento. La principal característica que debe tener una economía ecologista es que opere dentro de los límites biofísicos del planeta. Y Merenson añade: “una economía así rechaza una serie de supuestos que dominan el pensamiento económico de la corriente principal, que son el antropocentrismo imperial — que se refiere al imperio del ser humano por sobre la naturaleza —, la idea de que el mercado todo lo resuelve, la adicción al crecimiento, la persistencia en ignorar los límites planetarios, la teoría circular de la producción, la negación de la segunda ley de la termodinámica, la visión de los daños ambientales como simples externalidades y la idea de la infinita sustitución entre las diferentes formas de capital, que no es más que una forma de plantear una economía en permanente crecimiento”.
Entonces, ¿qué propone el ecologismo?
“La bioeconomía o la economía ecológica”. La propuesta es ecologizar la economía. Y esto implica, dice Merenson, gravitar en torno a tres conceptos básicos:
- El “a-crecimiento”, que es descreer del crecimiento económico.
- El enfoque entrópico, es decir, el gobierno de la segunda ley de la termodinámica.
- El estado estacionario de equilibrio dinámico.
Respecto del último punto, Merenson aclara: “Una economía en permanente crecimiento no es sostenible, pero tampoco lo es una economía en permanente contracción. Por esto, la ecología política plantea la necesidad de alcanzar un estado estacionario de equilibrio dinámico. Esta idea no es nueva. Ya uno de los más destacados economistas clásicos, John Stuart Mill, planteaba que el ideal de una economía era llegar a ese estado estacionario”.
“Es muy importante señalar que para una economía como la que propone el ecologismo, el servicio es el beneficio final de la actividad económica y el costo es lo que se llama transumo, que es el flujo de materia y energía que viene de fuentes naturales, pasa por la economía humana y termina en los depósitos de la naturaleza. De modo que es necesario custodiar permanentemente este flujo para mantenerlo y renovarlo”.
Merenson señala que este concepto es diametralmente opuesto en la relación costo-beneficio que plantea la economía neoclásica, mercantilizada, monetizada, y se transforma bajo la economía ecológica en la relación transumo-servicio. “A partir de esto, la economía ecológica va a buscar maximizar el bienestar obtenido de la actividad económica, que en realidad depende de los bienes y servicios finales y no de la cuantía de las transacciones mercantiles, al tiempo que minimizar los flujos de materia y energía que atraviesan el aparato productivo”.
Finalmente, ante la pregunta de cómo subsanar las desigualdades entre los distintos países a la hora de plantear un modelo de no crecimiento, Merenson responde: “Lo primero es señalar que un estado estacionario en equilibrio dinámico no es sinónimo de crecimiento cero. Para alcanzar tal estado, se deben equilibrar las huellas ecológicas a las biocapacidades. Y por esto hablamos de decrecimiento del Norte y crecimiento en el Sur, pero ambos procesos tienen que estar siempre vigilando que se mantengan constantes los stocks de capital, es decir, los bienes de capital, los bienes de consumo y la población humana. En una sociedad que se desarrolla bajo este modelo económico, lo único que queda liberado y que no tiene que mantenerse constante es el crecimiento de nuestra cultura, del conocimiento, de la bondad, de la ética y de todos aquellos valores que son los que verdaderamente definen el desarrollo”.
Autora: Yanina Paula Nemirovsky
Imagen destacada: La (Re) Verde
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