El aumento de enfermedades que ya aquejan a Brasil debido al cambio climático requiere políticas de innovación orientadas por campañas. Las enfermedades causadas por los arbovirus, que son los virus transmitidos por artrópodos, el grupo de invertebrados más numeroso del planeta, deben ser combatidas con políticas públicas innovadoras basadas en la investigación científica y en el desarrollo de estrategias para verificar su eficacia.

El dengue se ha extendido sin control por el continente americano desde la década de 1980 y los casos se han multiplicado exponencialmente en estos últimos años. En las semanas epidemiológicas 1 a 52 de 2022 nuestra región de las Américas registró 3.125.367 de casos de enfermedades transmitidas por arbovirus, de los cuales el 90% corresponden al dengue. Aun así, todo indica que la carga real de casos es mucho mayor. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Brasil es uno de los nueve países de la región en donde circulan los cuatro serotipos — es decir, microorganismos infecciosos — del virus del dengue. Los otros son Colombia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua y Venezuela.

Distribución geográfica de serotipos en la Región de las Américas , 2022. DENV1, DENV2, DENV3 y DENV4 corresponden a los distintos serotipos. Fuente: OPS

Mucho ha cambiado con la pandemia del COVID-19. Alrededor del 31% de los brasileños, por ejemplo, llegaron a creer que el dengue había dejado de existir. Sin embargo, esta enfermedad tuvo una expansión a nivel brote en Brasil. Hasta el 23 de abril de 2022, el país había registrado 542.000 casos. En comparación con el año 2021, el crecimiento fue del 113,7% para el mismo período. Por lo tanto, los índices registrados en los primeros cuatro meses del 2022 representaron la misma cantidad que año anterior completo. Sorprendentemente, era posible saber que esto sucedería, ya que los datos de la Fundação Oswaldo Cruz (Fiocruz) y la Fundação Getúlio Vargas (FGV) en 2021 advirtieron sobre la expansión de los casos de dengue en Brasil en 2022, año en el que se alcanzó el récord histórico de 1.017 muertes. Y el 2023 no se queda atrás.

Si existe un desafío de salud pública recurrente y en expansión, ¿por qué no fue posible abordarlo a tiempo? Una de las explicaciones es que el avance del dengue puede estar relacionado con el aumento de la pobreza. Al mismo tiempo, la aparición de una nueva cepa más agresiva también parece indicar una causa de la fuerza de los sucesivos brotes. Además de estos factores coyunturales, parece haber otra gran incapacidad para enfrentar, no solo al dengue, sino a otros arbovirus: la falta de inversión y orquestación en las inversiones en ciencia y tecnología estratégicas, orientadas a los grandes desafíos de la nación. Y es que estas enfermedades no solo constituyen un problema de salud pública, sino que también presentan graves impactos socioeconómicos.

El cambio climático amenaza con provocar aún más brotes de virus conocidos y desconocidos. Lo que se ha estado experimentando desde 2020 es, según los investigadores Carlson y Greg Albery de la Universidad de Georgetown, “la punta del iceberg”: estamos viviendo la Pandemicena. En 2019, Carlson y Albery comenzaron a crear una simulación masiva que mapea los encuentros pasados, presentes y futuros de 3.100 especies de mamíferos y predice la probabilidad de propagación viral si esos encuentros se superponen. Y los resultados son preocupantes. Incluso bajo los escenarios climáticos más optimistas, las próximas décadas verán alrededor de 300.000 primeros encuentros entre especies que normalmente no interactúan, lo que dará lugar a alrededor de 15.000 contagios en los que los virus ingresan a huéspedes inesperados.

Distribución de casos notificados del dengue, el chikungunya y el zika por año. Región de las Américas. 2010-2022. Fuente: OPS

En otras palabras, sabiendo que los brotes de estas enfermedades aumentarán aún más con el cambio climático, es posible concluir que se necesitan políticas de innovación orientadas por campañas, es decir, a través de políticas públicas sistémicas basadas en conocimiento con el fin de alcanzar objetivos específicos. Una de estas campañas debe ser la de los arbovirus como paso necesario para el desarrollo de Brasil. Pero, ¿por qué abordar la problemática a partir de este tipo de políticas de innovación? Para responder esa pregunta, cabe destacar algunos requisitos de las campañas que permiten comprender si esta estrategia sería una respuesta adecuada de la ciencia y la tecnología a este gran desafío social en Brasil y en otras naciones del sur del mundo.

En primer lugar, los desafíos deben estar bien definidos, la delimitación más granular del desafío tecnológico facilita el establecimiento de metas, resultados intermedios, procesos de seguimiento y rendición de cuentas. Una campaña no comprende un solo proyecto de I+D (Innovación y Desarrollo) o innovación, sino un portafolio de estos proyectos. Habrá fallas y todos los involucrados deben ser capaces de aceptarlas y utilizarlas como experiencias de aprendizaje. Las campañas deben resultar en inversiones en diferentes sectores e involucrar a actores diversos para tener el mayor impacto, incluyendo a actores de toda la economía, no solo en un sector. Además, las campañas requieren la formulación de políticas conjuntas en las que las prioridades se traduzcan en instrumentos concretos y acciones a ser ejecutadas por todos los niveles de las instituciones públicas involucradas y para ello es crucial que exista una división estratégica del trabajo entre ellas, con responsabilidades bien definidas de coordinación y monitoreo.

Diversos afiches utilizados en campañas de prevención contra el dengue

Este tipo de política de innovación ha ganado fuerza en los países desarrollados, especialmente en la última década, donde se han creado agencias e iniciativas en esta dirección en una serie de diferentes temas y campañas. Hay casos de Investigación e Innovación Responsable, incluso en Brasil, que siguen esta lógica de misión al poner atención a otras enfermedades desatendidas. Aunque sin definiciones estratégicas y sin el apoyo necesario, en los últimos años gracias a la ciencia brasileña han surgido muchas innovaciones con potencial y con base científica como respuesta a la problemática de los arbovirus.

Para la detección en grandes centros urbanos, un grupo de investigación del Instituto de Matemática Pura e Aplicada (IMPA) desarrolló un modelo de aprendizaje automático capaz de predecir brotes con un 80% de precisión y hasta con seis meses de anticipación. La herramienta está disponible en código abierto y es la única que se alimenta exclusivamente con datos climáticos, lo que facilita su aplicación para crear políticas públicas de combate a la enfermedad.

En este momento de la pandemia de Covid-19, la vigilancia genómica y epidemiológica de los arbovirus también parece jugar un papel crucial en el contexto brasileño. Brotes estacionales de dengue, chikungunya, zika y fiebre amarilla ocurren en Brasil, afectando desproporcionadamente a la población más pobre y abrumando el sistema de salud pública. Un grupo de científicos viene realizando monitoreo genómico en tiempo real de arbovirus circulantes y cocirculantes en Brasil desde las epidemias de 2016-2020, aplicando los conceptos de investigación e innovación responsable y considerando cinco aspectos centrales en estas actividades: género, acceso abierto, educación, compromiso público y ética.

Para tratar de detener la propagación de larvas de mosquitos, el Laboratorio de Farmacognosia de la Universidad de Brasilia desarrolló el proyecto ArboControl. Se trata de un insecticida natural, generado a partir de compuestos de origen vegetal, con el objetivo de combatir las larvas del mosquito Aedes aegypti, el vector común de propagación del dengue, el zika, el chikungunya y la fiebre amarilla, que han ido logrando resistencia a algunos insecticidas, como los aplicados en forma de humo.

En años recientes, se han producido grandes avances en torno a la investigación científica para enfrentar el dengue y otras enfermedades causadas por arbovirus. En este contexto, Brasil tiene gran potencial para aportar soluciones tecnológicos a este desafío global

Ahora bien, considerando que después de todas estas soluciones igualmente hubo contaminación, Fiocruz y socios desarrollaron el Kit NAT Discriminatorio para dengue, zika y chikungunya. Esta nueva prueba permite la identificación simultánea del material genético de los tres virus, evitando la necesidad de tres pruebas separadas. El procedimiento ofrece una mezcla preparada de reactivos, acelerando el análisis de muestras y la entrega de resultados, proporcionando también la reducción de costos y la sustitución de insumos extranjeros por un producto brasileño.

También hay avances en los descubrimientos sobre la inmunogenicidad de la vacuna contra el dengue, que ha sido desarrollada durante más de diez años por el Instituto Butantan en asociación con el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (NIAID). Según investigadores de la farmacéutica Merck, también socia de Butantan, la vacuna indujo la generación de anticuerpos en el 100% de los individuos que ya habían tenido dengue y en más del 90% de los que nunca habían tenido contacto con el virus. Se espera que la investigación, que ya ha tenido importantes avances en lo que va del 2023, se complete en 2024.

Brasil tiene un enorme potencial para producir soluciones científico-tecnológicas para combatir los arbovirus. Incluso debería aprovechar la Global Arbovirus Initiative lanzada recientemente en el ámbito de la Organización Mundial de la Salud para liderar la investigación y el desarrollo de estas soluciones en todo el mundo. Pero para que Brasil tenga relevancia es fundamental abordar la misión de los arbovirus. Una política de innovación participativa debe guiar las misiones para responder a los desafíos que presentan estas enfermedades, así como a muchos otros que enfrenta Brasil.

Autor: Gastón Kremer


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