Entrevista a Gloria Guerrero

Gloria Guerrero posee una Maestría en Políticas Públicas con especialización en temas de gobernanza de Internet y digitalización. Actualmente es Coordinadora Programática en el Programa de Innovaciones para la Democracia de Fundación Avina. En conversación con InnContext, analiza los grandes desafíos que presenta Internet, las brechas de desigualdad y los problemas vinculados al modelo de negocios de las grandes empresas de tecnología que hoy dominan el mercado. Pero, además, analiza los modelos alternativos sobre los cuales trabajar para crear una Internet más segura, accesible y equitativa, en la que prevalezcan las garantías civiles y los derechos humanos.


¿Es neutral la tecnología?

La tecnología no es neutral y esto uno de los grandes aprendizajes a lo largo de estos años. ¿Por qué no es neutral? Porque en el momento en que se diseña, ya tiene ideas, concepciones e incluso datos que han sido recopilados de cierta forma y con ciertas perspectivas del mundo. Parte de entender que la tecnología no es neutral es pensar qué datos alimentan esos algoritmos, desde qué perspectiva estamos diseñando tal o cual tecnología y también cómo esperamos que una tecnología se adapte a una comunidad o que la comunidad se apropie de una tecnología.

En 2017 publicaste un artículo llamado “¿Cómo la “colonización de mercado” de Internet convirtió a los ciudadanos solo en consumidores? Comercialización del espacio en línea”, en donde hablas sobre la “visión colonialista de la tecnología”. ¿Podrías explicar ese concepto?

Esta idea apunta a observar la parte de quién diseña la tecnología. Hablando específicamente de las redes sociales, ¿dónde surgen estas plataformas? Surgen en los países del norte, en Estados Unidos, dentro de contextos privilegiados. En sus inicios, lo creadores son principalmente estudiantes de universidades top, hombres blancos de clases medias y altas. Entonces estamos en un mundo en el que la tecnología es desarrollada por ciertas personas y que después tiene un impacto en millones de personas que tal vez no fue previsto en el momento de su creación. El colonialismo también tiene que ver con el hecho de que muchas de estas plataformas se diseñan en los países del norte y los algoritmos luego impactan en la vida de personas que viven en contextos completamente distintos y en un mundo que es muy desigual. Por esto es importante preguntarnos si podemos adoptar todas las tecnologías tal y como nos llegan y cuestionar quiénes son las personas que las crean. Hoy este cuestionamiento existe; se está buscando que cada vez más mujeres y personas con trayectorias diversas trabajen en temas más técnicos, como desarrolladoras, programadoras, porque también muchas veces son los hombres blancos de zonas urbanas los que tradicionalmente trabajaban en estos sectores. Y otra cuestión muy importante tiene que ver con quién tiene acceso a las capacidades para diseñar tecnología. Desde ahí también parte esta idea del colonialismo, porque implica imponer ciertas plataformas a comunidades que a veces no tienen ni voz ni voto ni en el diseño ni en la implementación.

Estás hablando de un sesgo en la tecnología desde su mismo diseño y que tiene que ver con muchas cuestiones, como el origen, el género, la edad, el nivel educativo, el nivel socioeconómico. En este sentido, ¿cómo crees que las redes sociales impacten en la formación de la ciudadanía?

En primer lugar, cuando surgen las redes sociales hace 10 años, surgen también movimientos que son un win para la democracia y la sociedad civil. Basta pensar el lado positivo de estas plataformas, en las que la información se comparte de manera libre y los costos de producir información se han reducido enormemente. Es decir que no tienes que ser dueño de una imprenta o tener acceso a un periódico para crear contenido. Creo que esa es una de las grandes ventajas que nos han dado estas plataformas. Y también está el alcance: te permiten llegar a millones de personas rápidamente de forma global y a un bajo costo. Entones vemos estos movimientos exitosos como la Primavera Árabe o el movimiento de Occupy Wall Stret [1] en Estados Unidos, o el #YoSoy132 [2] en México, que empezaron en las redes y salieron a las calles y que de una u otra forma impactaron en el sistema. Cuestionaron nuestras democracias, cuestionaron el sistema económico y eso es algo que no debemos perder de vista. Pero, por otro lado, estas plataformas, que son empresas privadas, nos permiten crear cualquier clase de grupo: desde un grupo para fomentar estilos de vida sustentables, hasta uno en contra de las personas migrantes. Es decir que también están los discursos de odio, racismo y violencia en línea. Estos nuevos espacios nos abrieron un nuevo campo de acción como ciudadanos, como activistas, como sociedad civil, pero con ellos aparecieron nuevos problemas, que tal vez ya los teníamos en el espacio físico pero que también están hoy en el espacio digital.

¿Qué problemas ves que se hayan trasladado del espacio físico al espacio digital?

Uno de los grandes problemas, tanto en América Latina como a nivel global, es la polarización. Pero pensar que el origen del problema está en las redes sociales es un error. Es un problema mucho más profundo, que responde a un sistema económico que ha creado una desigualdad enorme y no solamente en América Latina, que es la región más desigual del mundo, sino también en otros países y regiones. Creo que hoy la desigualdad es un tema grave que tenemos que atender y las redes sociales lo han amplificado. Todo se ve más, todo se conecta más y, pensando en la democracia, las redes sociales tienen un papel clave. En la parte electoral, hoy las campañas se hacen en línea y la cuestión de la legislación o fiscalización de las campañas electorales en redes sociales no está resuelta, los gobiernos apenas están tratando de definir cómo moderarlas. Pero es algo muy difícil, porque a la vez no quieres afectar la libertad de expresión y tampoco puedes poner leyes tajantes, porque afectarías, por ejemplo, a productores de contenidos, que son más pequeños y que llegan a sus públicos gracias a esas plataformas. Es un tema con muchas aristas, pero sí está instalado el debate de cómo las redes sociales han afectado a la democracia, en especial en la medida en que la segmentación, o la división de audiencias, hoy es mucho más sencilla, accesible a casi cualquiera, y eso impacta en el mundo offline y en nuestra vida diaria. Incluso vemos cómo noticias falsas que se hacen virales en redes sociales terminan en tragedias en la vida real. Hay casos en México, en Estados Unidos, de gente que vio algo en redes sociales, piensa que es verdad, se radicaliza, sale a la calle y actúa con violencia. En México, por ejemplo, hubo el caso de una notica falsa de un veterinario que se decía que estaba envenenando animales y las personas fueron a atacar al veterinario y lo asesinaron. Cosas que parecerían irreales, hoy por esa capacidad de las redes sociales de viralizarse y masificarse tan rápido, están afectando nuestras vidas. No es lo mismo cuando nos segmentaban para vendernos un par de zapatos; ahora nos están “vendiendo” ideologías y sembrando miedo.

Mencionas la polarización y esta culpa que se le atribuye a las redes sociales, y algo así plantea el documental The social dilemma. Si bien has dicho que el fenómeno de la polarización tiene causas mucho más profundas que exceden las redes sociales, también el documental plantea una cuestión que tiene que ver con un modelo de negocios problemático que exacerba la polarización. En este sentido, ¿cuál crees que sea el rol de las redes sociales y su modelo de negocios en la generación de un clima de polarización social y política?

Creo que no podemos decir que las redes sociales tengan la culpa de todo, porque hay problemas que ya estaban ahí y las redes son una lupa que los magnificó. Y, además, siempre han existido formas de explotar la polarización, como las noticias falsas, los rumores, incluso hay gente que no cree en la ciencia, que siempre ha existido, y las teorías de conspiración, tampoco no son nuevas. Lo que antes no tenían es este alcance global e inmediato que nos dan las redes sociales. Y, por otro lado, antes solo ciertas élites o grupos de poder creaban estos contenidos con ciertos intereses, pero hoy cualquiera lo puede hacer. Y sin dudas, hay empresas que se dedican a crear noticias falsas sin una agenda política, solamente con una agenda económica, que existe gracias a un modelo de negocios que es este modelo de monetización de datos y el clickbait [3], por el cual cada vez que tú das un clic, eso significa centavos de dólar en una cuenta en algún lugar del mundo. Y creo que eso es parte de lo que tenemos que cuestionar, porque no es aceptable que el beneficio económico esté por encima del impacto social que esos contenidos puedan tener. Pero también creo que, para profundizar en el problema, tenemos que preguntarnos por qué la gente está tan enojada. Por qué tanta gente se identifica con estos grupos radicales o cae en la información falsa, porque esa es la explicación a cuestiones que los Estados no han subsanado, por ejemplo, el acceso a sistemas de salud universal, a un salario digno que me permita darle una buena vida a mi familia o el acceso a educación. Tenemos que profundizar en las razones de nuestro enojo porque eso es lo que han explotado estos modelos económicos en las redes sociales. El mensaje de odio y polarización genera mucho dinero porque vende una falsa promesa de solución, cuando tienes un ellos contra nosotros. Y, sobre todo, también las redes nos dan esta falsa impresión de que todo el mundo piensa como nosotros, porque hay estas burbujas de filtro, o filter bubbles, en donde el algoritmo nos muestra contenidos acordes a lo que cree que pensamos y nos hace creer que nuestra manera de ver el mundo es la verdad. Pero hoy tú y yo googleamos, por ejemplo, violencia familiar al mismo tiempo y nos va a mostrar contenidos distintos, que estarán determinados por lo que cada una haya buscado anteriormente, por el país en el que nos encontramos y otros factores. Entonces esta diferenciación de la información que nos muestran estas plataformas nos crea una falsa impresión de que nuestra manera de pensar es generalizada y que está bien.

¿Por qué crees que el modelo del clickbait sea un verdadero problema?

Creo que hay tres elementos importantes. Por un lado, es un modelo que ha permitido que subsistan medios independientes, a partir de la monetización de sus contenidos. Pero, por otro lado, también fomenta el amarillismo, porque el titular amarillista vende, al igual que en la prensa gráfica. Y el clickbait explota ese sensacionalismo. Pero también el clickbait ha permitido que personas ganen dinero publicando noticias falsas. Por ejemplo, en la última elección de Estados Unidos, hubo un caso de un grupo de jóvenes de un pequeño pueblo en Macedonia que descubrieron que creando contenidos que dijeran cosas negativas de Bernie Sanders podían ganar 4.000 dólares al mes, en un país donde el salario promedio es de 371 dólares mensuales. Imagínate unos jóvenes de 20 años que en cuatro meses ganaron 16.000 dólares y lo único que tenían que hacer era poner noticias que hablaran en contra de Bernie Sanders. Y esto lo hicieron porque hablar mal de Sanders les daba más dinero que hablar mal de Trump. Ponían cosas como “Bernie Sanders asesinó a un niño” y la gente le daba clic y la compartía. Entonces, parte del problema del clickbait es quién está detrás de estos contenidos y qué motivaciones tiene. ¿Es solo el incentivo monetario? ¿o hay un incentivo político? Incluso hay agrupaciones que contratan a estas personas a modo de call center para que creen contenido constante, como los bots (4). Yo podría contratar una fábrica de bots en La India para promover tal o cual noticia en Twitter y crear un trending topic (tendencia) en un día. El problema del clickbait es que permite que la gente gane dinero a partir de exacerbar la polarización y la radicalización del contenido. Es muy difícil combatirlo y pretender prohibir que cualquiera escriba algo en Internet tampoco es posible, pero creo que sí es importante preguntarnos cómo está diseñado este algoritmo que le da dinero a ciertas personas por los clics y qué pasa dentro de estas plataformas cada vez que hago un clic. ¿Sabemos qué información guarda la plataforma sobre mi comportamiento en línea?

¿Las plataformas no controlan sus contenidos?

Ese es un tema muy interesante. Estas plataformas, YouTube, Facebook, Google, Twitter, intentan controlar sus contenidos y, por ejemplo, hay controles y sanciones muy fuertes para todo lo que es pornografía infantil o fotos de desnudez, que son bloqueadas de manera casi inmediata. Pero hay cosas que es muy difícil que el algoritmo detecte, por lo cual se necesitan personas de carne y hueso que estén bloqueando y verificando el contenido que hay en estas redes. Y para esas personas es un trabajo demandante y muy fuerte psicológicamente, porque están viendo todo lo horrible que puede haber en Internet, desde fotos de asesinatos, cuestiones de maltrato animal o maltrato a personas, tratando de bloquearlas para que no sean visibles en las redes sociales y también para alimentar los algoritmos para que aprendan y eventualmente sean capaces de bloquear esos contenidos. Es un modelo que tiene fallas y a veces pensamos que la tecnología puede controlar todo, pero al final son los seres humanos detrás de la tecnología los que toman las decisiones y los que realmente pueden corregir estas fallas que tienen consecuencias reales.

Volviendo a la cuestión del clickbait y el modelo de negocios, ¿es Internet un espacio totalmente mercantilizado? ¿Somos las personas el producto?

En ciertos aspectos, sí. Por ejemplo, en el tema de la monetización de las redes sociales y la publicidad digital. La respuesta a la pregunta de cómo hacen dinero estas plataformas que son “gratuitas”, es con nuestros datos, porque los venden para hacer publicidad. Pero hay otros espacios todavía, y eso es lo mágico de Internet, creados por comunidades de programadores o de periodistas, que son de software libre y accesibles a todos. Los programadores sobre todo son una comunidad muy participativa y unida, incluso cada vez que ocurre un fallo, alguien lo publica en algún foro, pone el problema, otro lo resuelve le comparte el código. Resuelven problemas de forma colaborativa. Ahí gana esta idea de comunidad, de aprendizaje conjunto. O hay otras redes, como Reddit, que no es comercial, y es muy interesante porque no tiene muchas políticas de restricción de contenidos, por lo que es un espacio más libre para compartir información, conocimiento, resolver problemas, incluso hacer búsquedas. Ha habido casos de comunidades que se han formado en Internet para ayudar a buscar a personas desaparecidas o hacer cierto tipo de trabajos para resolver un problema. Las redes sociales más comerciales o famosas, que usa la mayoría de la gente, sí son espacios mercantilizados. Pero la Internet es tan extensa y compleja que hay otros espacios en donde prima esta idea de la colaboración, como el movimiento de software libre y creative commons [5], que son algo muy único y especial que nos muestra otra manera de vivir la Internet. También hay casos de comunidades locales, por ejemplo, comunidades indígenas, que han generado redes comunitarias que no se alojan en servidores comerciales o que no dependen de una empresa de telefonía comercial y que se usan para compartir información y resolver problemas. Incluso, las comunidades de personas migrantes han generado redes en WhatsApp súper útiles. Hay también otros buscadores, por ejemplo, la iniciativa Tor, un buscador que no hace tracking de tus búsquedas, como lo hace Google. Es decir que hay otras maneras de vivir Internet diferentes a las dominantes e incluso otras maneras de usar estas plataformas. No todo es blanco o negro.

Mencionabas en tu artículo que hay cinco grandes empresas que dominan Internet y, en este sentido, el ciberespacio parece haberse convertido en una suerte de oligopolio controlado por estos grandes jugadores. Desde esta perspectiva, ¿hay libertad en internet?

Sí, la hay. Pero para proteger esa libertad debemos pensar en estas plataformas, que son las cinco grandes, como si estuviéramos en un centro comercial. Un centro comercial es un espacio híbrido: no es totalmente público, pero tampoco es totalmente privado. Las redes sociales tienen esa dualidad, son espacios públicos y al mismo tiempo son espacios privados. Entonces, no podemos hacer lo mismo que haríamos como si fuera un espacio completamente público, pero tampoco como si fuera completamente privado: lo que hoy publicas en tu Facebook o en tu Twitter está regulado por las políticas de estas empresas y en el plano personal hasta puede afectar tu trabajo, incluso hay gente que ha perdido su trabajo por alguna publicación realizada en estas redes. Entonces, tampoco son tan privadas. La dualidad de esos espacios es confusa y todavía estamos tratando de entenderla y adaptarnos a ella. También hay que entender que estos espacios no son la totalidad de Internet: Facebook no es Internet, Twitter no es Internet. La Internet es mucho más extensa y abarca otros canales y otras plataformas. Hace poco salió el reporte del Senado de los Estados Unidos después de las audiencias que tuvo con estas empresas, y allí se admite que se han convertido en los nuevos monopolios, y así como se comportaban los grandes oligarcas petroleros en su momento, hoy los dueños de estas plataformas de tecnología son los nuevos amos y señores de la economía. Y está claro que ellos van a proteger sus intereses económicos y tienen prácticas no éticas y no transparentes que hay que cuestionar. Incluso estos nuevos monopolios se han fortalecido con la pandemia, Amazon está entre las empresas que más han crecido este año. O Microsoft, que también diseña videojuegos. Creo que tenemos que pensar en el costo de las facilidades que ofrecen estas empresas, porque sí nos facilitan la vida, hoy compras algo por Amazon y no tienes que salir, llega rápido y funciona bien, pero ¿a costa de qué? Para que me llegue mi paquete al día siguiente de haberlo comprado, hay una persona que trabaja mal pagada, con horarios terribles, sin ningún beneficio laboral. Creo que también es importante que estas empresas nos rindan cuentas, ya que están haciendo millones de dólares de ganancias a nivel global, pero no están asumiendo casi ninguna responsabilidad ni con las personas que trabajan ni con nosotros los usuarios y nuestros datos. Hoy todo es inmediato, pero estamos sacrificando los derechos de muchas personas para que un servicio funcione. Yo pienso en estos moderadores de contenidos, que están muy mal pagados, que no tienen un acompañamiento psicológico, pero ellos garantizan con una alta probabilidad que podemos entrar a Facebook o a YouTube y no veremos nada feo. Pero no podemos ser egoístas al pensar que la tecnología es igual para todos o que crea los mismos beneficios para todos.

¿Hay equidad en Internet?

No. Eso también es parte del problema. No todos vivimos la misma experiencia en Internet. Pienso, por ejemplo, en la violencia en línea contra las mujeres, que es mucho mayor que la que reciben los hombres. Y eso es un problema grave que hoy seguimos tratando de resolver y legislar. También está la brecha digital: hay muchas personas que no tienen acceso a Internet de manera constante, que tal vez solo acceden a Internet cuando están en la escuela o en el trabajo o en lugares con redes públicas. Y no todos tenemos acceso al mismo nivel de información: hay una brecha del lenguaje. La mayoría de los papers y publicaciones científicas están en inglés. Es cierto que hay esfuerzos grandes de traducir esos documentos; Wikipedia está en casi todos los idiomas, pero aun así hay conocimiento que no es accesible a todos y esta brecha aumenta cuando hablamos de lenguas indígenas. Creo que hay muchas brechas dentro de Internet que no se han podido subsanar y eso hace que no sea un espacio equitativo. Por otro lado, también es importante hablar de modelos como el Zero-Rating, que es un modelo implementado por muchas operadoras de telefonía móvil que te permite con un único pago tener acceso a WhatsApp, Facebook, Instagram u otras plataformas fijas. Pero pensemos que esas plataformas no abarcan la totalidad de Internet y que la gente que usa este servicio se pasa cinco o seis horas al día dentro de Facebook, porque no le cobran datos, y es muy distinto a que si esa gente estuviera en una enciclopedia o leyendo un libro en línea. Este modelo de Zero-Rating incluso fue prohibido en la India, porque afectaba el acceso libre a Internet, a la información y al conocimiento, y creaba un monopolio dentro del espacio digital. En América Latina el Zero-Rating existe y es parte del problema, ya que el único acceso que muchas personas tienen a Internet es mediante esas plataformas, lo cual determina la forma en que se informan y aprenden cosas nuevas. Internet es un espacio en donde puedes aprender lo que quieras: mañana puedes aprender a hacer pasteles o a programar y es todo muy accesible. Pero para llegar a ese punto tienes que tener ciertas habilidades y conocimientos previos que no todos tenemos. Entonces el alfabetismo digital y cómo y en dónde aprendemos a vivir en línea son muy importantes. Hoy con la pandemia lo hemos visto. Hay muchos estudiantes que no saben buscar información o incluso los papás no conocen los problemas que los niños tienen al conectarse a Internet y esto forma parte de la brecha de habilidades digitales. Eso solo va a poder cambiar con educación, con el desarrollo del pensamiento crítico y con entender que, así como aprendimos a leer y nos enseñan a buscar en una biblioteca, también tenemos que desarrollar esas habilidades para navegar en Internet y entender lo que está pasando. Aprender por ejemplo a identificar una noticia real de una falsa o hacer reverse searching (búsqueda inversa) de una fotografía para saber su origen, y otras cuestiones, como qué derechos y responsabilidades tenemos y qué les podemos exigir a las plataformas en las que navegamos.

Has hablado mucho sobre los desafíos que plantea Internet, pero ahora que mencionaste la cuestión de los derechos, ¿podrás dar un panorama de estos desafíos en relación a los derechos humanos y los derechos civiles?

Parte del reto es que los derechos humanos que tenemos hoy en día, por ejemplo, la libertad de expresión o de asociación, sean realidad también en Internet. Muchas veces erróneamente se piensa que en Internet tenemos derechos distintos que los que tenemos en la vida analógica, pero los derechos digitales están conectados directamente a los derechos humanos. Y conectado a esto, está nuestro derecho a la información, nuestro derecho a la libertad de expresión. Y otro de los grandes retos es buscar la forma de empatar los derechos humanos en línea con un sistema de monetización, es decir, con la parte económica de Internet. Encontrar el punto entre esos dos grandes temas es parte del reto. Está claro que las empresas necesitan generar dinero y muchos medios digitales viven gracias a este tráfico y esta monetización o venta de publicidad. Pero tampoco podemos dejar que eso esté por encima de las libertades. Por eso es tan importante entender el impacto de estas tecnologías en la democracia y el impacto social de estas plataformas. Y cada vez más nos hemos dado cuenta de que lo que hacemos en línea impacta nuestra vida offline y al revés. Las desigualdades que tenemos en el mundo analógico se replican en el espacio digital y viceversa. También es parte del reto entender que no son mundos separados, que hoy vivimos en un mundo digitalizado y que hay gente que se está quedando afuera de esa digitalización o vive esa digitalización con muchos sesgos y consecuencias negativas.

¿Cómo podemos desarrollar un mejor modelo de Internet y qué consideraciones debería tener ese modelo?

Lo primero es pensar en cómo atender y subsanar el tema de la brecha digital. En nuestra región, esa es una de las cuestiones más agravantes de las desigualdades. También es necesario atender la brecha en el tema de la educación, el pensamiento crítico, el desarrollo de capacidades que nos permitan conocer nuestros derechos y entender cómo nos impacta lo que pasa en Internet. Esto va muy de la mano con los temas de gobernanza de Internet, con pensar en la posibilidad de un modelo compartido entre iniciativa privada, gobierno y sociedad civil. Desde el equipo de Innovaciones para la Democracia de Fundación Avina, promovemos la libertad de expresión en línea, el acceso al conocimiento y su mejor distribución a través de estas plataformas. También trabajamos en fortalecer la libertad de expresión, un tema fundamental para el buen funcionamiento de nuestras democracias. Nos focalizamos en la participación ciudadana online, en promover desarrollos tecnológicos inclusivos y con enfoques diversos. Aquí regresamos al primer punto que hablábamos sobre colonialismo y cómo crear tecnologías que sirvan a las comunidades en vez de que las comunidades sirvan a la tecnología. Las soluciones van por el lado de crear tecnologías inclusivas, diversas y que se enfoquen en resolver los problemas que la comunidad quiere resolver, de forma que la tecnología sea un plus y no genere nuevos problemas. Por esto, es muy importante el tema de los datos y la privacidad. Tenemos que recordar que detrás de los datos hay personas y que no se trata solamente de manejar esas grandes bases de datos que alimentan a los algoritmos, porque las decisiones que toman esos algoritmos impactan en la vida de las personas. Es importante pensar en la privacidad y la transparencia como valores que debemos alcanzar y que no deben ser factores que incrementen las desigualdades. La privacidad no debe ser un privilegio, debe ser algo accesible para todos. Es mi derecho decidir qué datos se comparten, qué datos no se comparten y, sobre todo, saber qué datos se están extrayendo sobre mí y mi comportamiento. Porque yo no sé si por la información que hoy obtienen de mí, por ejemplo, en temas de salud, mañana o en diez años me van a negar un seguro médico o me lo van a cobrar tres veces más caro que a mi hermano. La privacidad no se puede convertir en un lujo ni en un valor que haga diferenciación, y menos en una región como la nuestra. Y, finalmente, cuestionar los costos éticos de la tecnología cuando decidimos implementarla o cuando elegimos usar tal o cual plataforma. Porque la tecnología no es una herramienta, es una realidad en la que nos movemos y que impacta todos los aspectos de nuestras vidas. Platicando con algunas comunidades indígenas que trabajan en el desarrollo de contenidos en lenguas indígenas, cuando se toma la decisión de qué se va a traducir y qué no, para que esté en línea y sea accesible a todo el mundo, también hubo que tomar una decisión de elegir qué querían compartir con el mundo y qué no. Entonces, en vez de decir “vamos a traducir todos los cuentos que están en maya porque queremos que el mundo los conozca”, a veces las comunidades deciden que no quieren que ciertas cosas salgan al mundo, porque son muy suyas, muy propias. Y ahí se puede pensar en, por ejemplo, una red cerrada. Es decir que no todo tiene que estar en línea y digitalizado porque sí. Tenemos que entender por qué hacemos lo que hacemos. ¿Cuál es el sentido de hacer una nueva app o una nueva página web o de abrir una base de datos si eso no responde a una necesidad específica de la comunidad ni va generar un beneficio? Y, sobre todo, si no corresponde a lo que la comunidad quiere y a la forma en que quiere resolver una problemática. Desde Fundación Avina promovemos y pensamos en tecnologías diversas, inclusivas, que protejan la privacidad de las personas, que permitan el acceso al conocimiento y la distribución de los beneficios de la tecnología de una manera más equitativa.

En tu artículo citas las palabras de John Perry Barlow (fundador de Electronic Frontier Foundation) en la Declaración de Independencia del Ciberespacio en 1996: “Crearemos una civilización de la Mente en el Ciberespacio. Que sea más humana y justa que el mundo que sus gobiernos han creado antes”. ¿Crees que esta utopía es posible? ¿El ciberespacio es capaz de crear tal sociedad?

Como dice Galeano, la utopía siempre está dos pasos más adelante. Creo que no hemos llegado a ese punto y va a ser muy difícil llegar, más aún en la situación en la que estamos hoy en día. Pero no por eso debemos dejar de luchar por alcanzarlo y creo que también esa visión común de futuro nos permite ver las cosas maravillosas que pasan gracias a la Internet y gracias a que estamos conectados. Compartir conocimiento, visibilizar cierta problemática, usar una tecnología para cambiarle la vida a una persona o una comunidad de manera positiva, todas esas cosas maravillosas son el motor para seguir exigiendo, cuestionando y demandando un mejor modelo de Internet. Merecemos y podemos construir una mejor Internet y los movimientos que mencionábamos, las comunidades que comparten conocimiento, que se especializan, que usan software libre que cualquiera puede descargar, el movimiento de gobierno abierto, que promueve la transparencia y la rendición de cuentas, nos da un vistazo de lo que hay más allá. Hay una mejor realidad, hay una mejor manera de hacer las cosas y si bien hoy hay grandes retos, también hay ejemplos que nos permiten ver el potencial. Pero, para realizar ese potencial, tenemos que sentarnos a la mesa y alinear expectativas e intereses, que es la parte más difícil, sobre todo pensando en este modelo de monetización. Pero creo que estamos en construcción. No hemos llegado al ideal y tal vez no lleguemos, pero creo que vale la pena seguir trabajando para acercarnos cada vez más hacia ese lugar.


[1] Occupy Wall Street se define como “un movimiento de resistencia sin líderes con personas de muchos colores, géneros y tendencias políticas. Lo único que todos tenemos en común es que somos el 99% que ya no tolerará la codicia y la corrupción del 1%. Estamos utilizando la táctica revolucionaria de la Primavera Árabe para lograr nuestros fines y alentar el uso de la no violencia para maximizar la seguridad de todos los participantes”. En: http://occupywallst.org/http://occupywallst.org/.

[2] #YoSoy132 fue un movimiento de jóvenes que surgió en redes sociales en el marco de la elección presidencial del año 2012 en México como protesta al candidato del PRI. En 6 datos sobre el movimiento #YoSoy132 y qué fue de sus integrantes.

[3] Clickbait o ciberanzuelo hace referencia a una técnica por la cual a través de un titular atractivo se induce a los usuarios de Internet a hacer click en un determinado contenido para generar visitas.

[4] Un bot (aféresis de robot) es un software autónomo capaz de llevar a cabo diversas tareas imitando a un ser humano.

[5] “Creative Commons es una organización sin fines de lucro que ayuda a superar los obstáculos legales para compartir conocimientos y creatividad para abordar los desafíos apremiantes del mundo”. En: https://creativecommons.org/about/.

Por Yanina Paula Nemirovsky


El contenido de esta publicación no refleja la posición de la Fundación Avina sobre el tema.