Dos personas expertas en cambio climático y en procesos de negociación internacional que participaron activamente de la COP27, llevada a cabo en Sharm El-Sheik, Egipto, comparten sus visiones acerca de la cumbre desde su lugar testimonial. En las siguientes columnas, Paula Ellinger y Andrés Mogro comentan los claroscuros de las negociaciones, sus expectativas y frustraciones y sus observaciones acerca del camino a trazar de cara a una meta que cada día se aleja más: limitar la temperatura global en 1,5 grados centígrados.
Sin ambición ni urgencia, la crisis climática se profundiza
Autora: Paula Ellinger*
Recuerdo a mi maestra de arte pidiéndonos a mis compañeros y a mí que hiciéramos un dibujo sobre la ECO ’92. Esta cumbre mundial sobre ambiente y desarrollo se estaba realizando en mi ciudad, Rio de Janeiro, y nuestros dibujos reflejaban un mundo unido por el cuidado de la vida en nuestro fascinante planeta. 30 años han transcurrido desde entonces y el daño a nuestra casa común ha aumentado exponencialmente. Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo, estamos camino a la sexta extinción masiva, los océanos pronto albergarán más plástico que vida y las ciudades enfrentan inundaciones sin precedentes, olas de calor y estrés hídrico. La imagen no se parece en nada a los dibujos que hicimos con mis compañeros de clase para la cumbre ECO del año 1992.
Llegamos tarde, muy tarde. Caminamos más lenta y tímidamente que los combustibles fósiles. Pero, a pesar de esto, a lo largo de treinta años se han logrado muchos avances en la creación de una visión común de futuro y en términos de sensibilización, asunción de compromisos y creación de instrumentos financieros y políticos necesarios para enfrentar el cambio climático a escala global. Lograr acuerdos ha sido arduo y muchas veces se han llevado a cabo bajo circunstancias injustas para los más vulnerables. Pero, a pesar de todo, seguimos enfrentando la crisis climática como una comunidad global. Y las Conferencias de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP) son el termómetro que mide la temperatura de las negociaciones internacionales y los avances que se realizan a nivel global para enfrentar el cambio climático.
El cambio climático, según muestra la evidencia científica, está causado por la emisión de gases de efecto invernadero vinculados a la actividad humana, en especial la generación de energía, el transporte, la deforestación y la agricultura. Si seguimos emitiendo carbono y otros gases de efecto invernadero al ritmo actual, el clima en la Tierra se verá cada vez más afectado y tendrá consecuencias diversas, desde reducción en la productividad agrícola hasta el aumento del nivel del mar.
La respuesta a la crisis climática pasa por cambiar la forma en que producimos, consumimos y nos relacionamos con los recursos naturales, para que emita menos gases de efecto invernadero (por ejemplo, cambiando combustibles fósiles por energías renovables), capture más carbono de la atmósfera (por ejemplo, restaurando ecosistemas) y reduzca las vulnerabilidades socioeconómicas, que hacen que los efectos del cambio climático impacten sobre todo a los grupos más marginalizados.
Esta transición a un desarrollo bajo en emisiones y resiliente no sucede en las COP. Sucede todos los días, en cada decisión, grande y pequeña, realizada a nivel local, sectorial o nacional. Pero las COP pueden ser espacios de oportunidad de acelerar las condiciones globales para implementar una transición justa. En este contexto: ¿qué nos dice la COP27 acerca de cómo vamos?
A continuación, ofrezco dos de los puntos que considero claves:
El impulso necesario no se logró, ya que no estuvieron presentes en las negociaciones las cuestiones relacionadas con la ambición y la urgencia. La primera hace referencia al horizonte de compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de cara a la meta establecida por la ciencia de limitar el aumento de la temperatura media global en 1,5 grados centígrados, y la segunda se refiere a la necesidad de actuar rápidamente, dado que hay un gran riesgo de sobrepasar límites para los cuales ya no habrá vuelta atrás.
La ambición se desvanece
El Informe sobre la Brecha de Emisiones, realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente , lanzado justo antes de la COP27, afirma que los compromisos asumidos por los países firmantes del Acuerdo de París conducen al mundo a un escenario de aumento de temperatura de entre 2,4 y 2,6 grados centígrados hacia el final del siglo. Esto muestra que los compromisos asumidos son insuficientes en relación con la meta establecida por la ciencia y firmada en el Acuerdo de París. Pero, además, ni siquiera se están llevando a cabo las acciones necesarias para cumplirlos, lo cual nos lleva a un escenario de un aumento de la temperatura media global de 2,8 grados centígrados.
La posibilidad de mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 1,5 grados se está escapando y en esta COP27 no se consolidaron los compromisos necesarios para retenerla. El acuerdo firmado en Sharm El-Sheij, en Egipto, es débil y no aporta nada nuevo a lo que ya se había acordado el año anterior en Glasgow, la sede de la cumbre anterior.
Faltó el sentido de la urgencia. Y esto compromete todos los avances
Las proyecciones del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático) nos dicen que tenemos pocos años para reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero a la mitad y para aumentar exponencialmente la resiliencia de la mayor parte de las comunidades y los territorios vulnerables. Para reducir las emisiones, necesitamos cambiar las formas de producción y consumo, mientras que, para aumentar la resiliencia, debemos mejorar las capacidades de las personas, las organizaciones y los territorios para enfrentar los efectos del cambio climático manteniendo estables sus sistemas de producción y modos de vida. La transición implica, entonces, un cambio en la matriz energética y en las formas de transporte, con miras a erradicar la pobreza extrema, garantizar la seguridad alimentaria y restaurar los ecosistemas. La tecnología y el conocimiento necesarios para hacerlo están al alcance, pero solo pueden utilizarse si la lucha contra el cambio climático se convierte en una absoluta prioridad, al igual que lo fue la pandemia del COVID-19 en 2020 y 2021. En la COP27, el sentido de urgencia estuvo ausente en las negociaciones, los espacios paralelos y las calles de Egipto. Si la problemática no se prioriza desde el más alto nivel político y si la ciudadanía no ejerce presión para que eso suceda, volveremos a llegar tarde, pero esta vez no habrá oportunidad de seguir intentando.
El retorno de Brasil trajo una brisa de esperanza
El presidente electo de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, estuvo presente en la cumbre e hizo parte de distintas conversaciones. Si bien tomará el cargo el enero 2023, su presencia se consideró como una señal esperanzadora. Lula anunció el resurgimiento de Brasil con un fuerte mensaje en favor de la conservación de la Amazonía, el reconocimiento de los pueblos indígenas y la importancia de la cooperación entre los países del Sur Global.
Los actores no estatales pueden impulsar cambios reales, pero también pueden caer en el greenwashing. Es necesario generar mecanismos de rendición de cuentas y de regulación de los compromisos climáticos voluntarios.
En los años recientes, miles de gobiernos, empresas, ciudades y grupos de inversión se comprometieron a neutralizar sus emisiones y a aumentar su ambición en términos de resiliencia. Estos compromisos pueden, en efecto, ser un punto de inflexión para acelerar la transición, pero también existe el riesgo de que se conviertan en una distracción, si es que no se cumplen. Cumplir compromisos implica tomar acciones inmediatas, alineadas con los planes de transición para alcanzar la neutralidad de emisiones y aumentar la resiliencia. Y también implica empoderar a otros actores en las cadenas de valor o en los territorios para que tomen acciones, de manera que nadie sea dejado atrás y que el sistema, efectivamente, cambie.
Para garantizar el cumplimiento de los compromisos de los actores no estatales, se deben desarrollar dos aspectos: 1) el establecimiento de marcos regulatorios que favorezcan y fomenten altos estándares de cero emisiones netas a nivel nacional, y 2) la generación de mecanismos de rendición de cuentas y control social, que estén al alcance de una sociedad proactiva, atenta a los compromisos que se cumplen, a los que no y a los actores que no se comprometen con la transición.
Las condiciones para una transición justa estuvieron en el centro de las discusiones. Y hay buenas noticias.
Todas las voces del Sur Global se unieron en torno al acceso a financiamiento
Pasé la mayor parte de mi tiempo en Egipto en conversaciones con representantes de gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, juventudes y pueblos indígenas de América Latina y África. En casi todas las conversaciones, se habló sobre las dificultades para acceder a financiamiento climático. El acceso a financiamiento es una condición necesaria para implementar las Contribuciones Nacionales Determinadas (que son los compromisos asumidos por los países firmantes del Acuerdo de París) en países en desarrollo, pero hoy por hoy es más un obstáculo que un atajo hacia el cumplimiento de los compromisos climáticos. A este respecto, el texto final de la COP27 incluyó un énfasis en “la necesidad de aumentar los esfuerzos para mejorar el acceso a financiamiento climático, incluso a través de un procedimiento simplificado, directo y armonizado”.
La decisión de crear un fondo para pérdidas y daños fue la mejor noticia de Sharm El-Sheij
El tema del financiamiento para pérdidas y daños entró en las negociaciones a último momento, pero se convirtió en el principal legado de la COP27. El concepto de pérdidas y daños alude a los impactos del cambio climático que ya están afectando negativamente a poblaciones y comunidades. La creación de un fondo de reparación para países vulnerables al cambio climático que ya están sufriendo perjuicios por sus efectos es una demanda que lleva varias décadas y por primera vez encontró lugar en los acuerdos en materia de financiamiento. Una posición unificada de los países que conforman el G77, un grupo de países en vías de desarrollo, y China permitió que se alcanzara el resultado, que incluye el establecimiento de nuevas disposiciones para el acceso a recursos, el lanzamiento de un nuevo fondo y la creación de un comité de transición para operarlo. Entre sus mandatos, este comité prevé hacer un análisis sobre las instituciones que actualmente financian pérdidas y daños, las brechas en cuanto a los resultados de este financiamiento y las posibles soluciones para abordarlas.
La Acción para el Empoderamiento Climático es otra área clave para una transición justa
La Acción para el Empoderamiento Climático es una agenda urgente para una transición justa, ya que su objetivo es empoderar a todos los actores de la sociedad para que puedan implementar acciones climáticas. Esta agenda incluye la implementación de acciones que tienen que ver con educación sobre cambio climático, concientización de la sociedad, entrenamiento para la participación ciudadana, acceso a la información pública y a la cooperación internacional. También considera que el financiamiento es un elemento indispensable para hacer posible la transición a tiempo y sin dejar a nadie atrás. La COP27 estableció un plan de acción de cuatro años para concretar acciones en favor de esta agenda. El plan no está sujeto a los miembros firmantes del Acuerdo de París ni al Secretariado de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático e invita a otras organizaciones a involucrarse activamente en la agenda.
Pueblos indígenas, mujeres y juventudes deben ser cada vez más escuchados
Las COP son eventos globales y en ellas convergen muy diversas perspectivas. Uno de los principales mensajes que resonaron en reuniones y conversaciones informales vino de los pueblos indígenas y las juventudes. Ellos encarnan el conocimiento sobre aquello que el presente debe ofrecer para un futuro de equilibrio planetario y por esto sus voces deben ser escuchadas. En la COP27, tanto pueblos indígenas como personas jóvenes tuvieron espacios reservados de los que participaron grandes delegaciones, lo cual es una buena señal. La incorporación de la juventud es un legado especial de Egipto, que además organizó el diálogo climático de la juventud en Sharm El-Sheij, del que participó la presidencia de la COP y tuvo el primer enviado juvenil para la Conferencia de las Partes. La esperanza es que se pueda hacer mucho más en el futuro para elevar las voces de aquellas personas que traen un mensaje claro y consciente de la urgencia de efectuar una transición climática justa.
*Paula Ellinger es licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de Brasilia y maestra en Estudios para el Desarrollo por el International Institute of Social Studies de la Universidad de Erasmus de Rotterdam. Actualmente es directora de Acción Climática en Fundación Avina y lidera la iniciativa Impulsouth. También es co-chair del Grupo de Expertos de la campaña Race to Zero. Ha participado de la COP27 como parte de la delegación de Fundación Avina del 12 al 17 de noviembre.
El Sur Global como solución a la crisis climática
Autor: Andrés Mogro**
El 29 de noviembre, salió en mi Facebook un “recuerdo”, una de esas fotos que has subido hace años y que cumplen un aniversario de estar en línea. La foto era de la plenaria de cierre de mi primera COP, exactamente hace 10 años.
Con la COP27 cumplí 10 COP estando involucrado en las negociaciones. Ha pasado mucho tiempo, pero a la vez no ha sido suficiente para abordar la emergencia en la que se encuentra el sistema climático, para las urgencias de los países vulnerables, para la escala de pérdida de biodiversidad, fuentes de agua y sistemas naturales, para el aumento de los eventos climáticos extremos, la desigualdad y la pobreza exacerbada por el cambio climático.
En esos diez años nació el Acuerdo de París y puedo decir que tuve la suerte de estar involucrado desde el inicio de sus negociaciones hasta la maravilla o monstruosidad (dependiendo de dónde se lo mire) en que se ha convertido. Vi nacer el término de iNDC, que luego pasó a ser NDC (siglas que refieren a los planes nacionales climáticos de los países firmantes del acuerdo) y que ahora todos los que trabajamos en el mundo climático conocemos muy bien.
Pese a todo esto, quiero resaltar de mi experiencia dentro de las negociaciones que lo que no se ve en los acuerdos y en las decisiones de las COP es muchas veces más importante que lo que sí se ve. Las decisiones son siempre el resultado de un compromiso, de un choque muy fuerte entre el sur y el norte global, de la agenda contradictoria de países desarrollados y países en desarrollo. Hay una pugna entre el 83% de la población mundial con el restante 17%, y la verdad es que mirar a lo que sucede desde adentro te puede dejar agotado, y honestamente, decepcionado.
Las agendas que chocan, en resumen, son las siguientes:
- Países en desarrollo: es importante reducir emisiones de gases de efecto invernadero, pero en nuestros territorios los impactos adversos del cambio climático se sienten más urgentemente. Por tanto, para nosotros la adaptación a estos impactos, es decir, la disminución de sus efectos sobre nuestras poblaciones vulnerables, es prioritaria. Tanto para la mitigación de gases de efecto invernadero como para la adaptación se requiere de apoyo internacional que habilite aumentar la ambición climática global, en línea con los acuerdos que ya se han logrado y que estipulan que los países desarrollados deben proveer este apoyo.
- Países desarrollados: la razón por la que se sienten impactos negativos en el mundo es porque las emisiones de gases de efecto invernadero están en niveles muy altos. Si se quiere reducir esos impactos, se debe reducir emisiones con más urgencia. El nivel de financiamiento requerido para esto sobrepasa lo que podría canalizarse desde fuentes públicas, por lo que debe pensarse en incentivos para fuentes alternativas de financiamiento y en mejorar los ambientes para inversión en los países que la requieran.
Este choque es algo que se sintió mucho en la COP27, en especial en las negociaciones que culminaron con la creación de un Fondo para pérdidas y daños, en donde tuve el honor de negociar a nombre del G77+China, el grupo de países en desarrollo más grande del sistema de Naciones Unidas.
Era imposible en ese contexto no reconocer los impactos climáticos que se ven en el mundo. Hubiera sido una falta de respeto hacerse de ojos ciegos a las tragedias que los países en desarrollo sienten cada vez más. Lamentablemente, los países desarrollados se limitaron a hacer solo esto. No estaban dispuestos a discutir la creación de una institución financiera por miedo a los compromisos financieros que implica.
Sin embargo, la COP27 vio la unión sólida e inamovible del Sur Global. La creación de un fondo para pérdidas y daños es el resultado de la colaboración, la unión y la solidaridad entre todos los países en desarrollo y del hecho de que estemos en la misma página sobre lo que hace falta.
Espero que esto sea un respiro de aire fresco en una agenda internacional compleja que ha tendido a insistir y demandar cada vez más de los países en desarrollo sin ofrecer apoyo de ningún tipo para habilitar esta ambición. El Sur Global puede y debe mantenerse unido para coordinar la agenda climática global, solo debe recordar que estamos todos en el mismo barco. Un barco que, que sin acción colaborativa y coordinada, se hunde cada vez más rápido.
**Andrés Mogro es es Gerente del Programa de Resiliencia y Transición Climática en Fundación Avina. Formó parte de la delegación de Ecuador en la COP27 como negociador y coordinó el G77+China en los temas de financiamiento.
Fuente de todas las ilustraciones: Naciones Unidas