La dinámica del uso del espacio público en entornos urbanos ha sufrido grandes cambios como consecuencia del COVID-19 a lo largo de este 2020. En casi todos los países del mundo se han tomado medidas de aislamiento, más o menos restrictivas, con implicancias en estos espacios y, en consecuencia, en la vida en comunidad. No obstante, más allá de la realidad inevitable y de la necesidad de establecer restricciones y nuevas dinámicas de interacción, hay un elemento que aumenta la capacidad de las comunidades de afrontar estos impactos. Este elemento es la organización ciudadana.
En Puerto Escondido, México, y en Pirituba un distrito paulistano en Brasil, dos comunidades completamente diferentes en términos culturales y territoriales lo pudieron constatar. Estas comunidades comparten un hecho fundamental: por un lado, ambas viven sometidas a contextos de vulnerabilidad, y, por otro, dentro de su contexto propio, cada una llevó a cabo un proceso para recuperar un espacio público en estado de abandono. Esta circunstancia les permitió a estas comunidades implementar acciones para mitigar, al menos en cierta medida, los impactos del COVID-19 y los cambios que les impuso la llamada nueva normalidad.
Comunidad y resiliencia en el espacio público La Lagunita
El espacio público La Lagunita se encuentra en las profundidades de la ciudad de Puerto Escondido, en el estado de Oaxaca, México. Alejada de las famosas playas que reciben a miles de turistas cada año, La Lagunita es una zona de humedal que se encuentra en la Colonia Aeropuerto, la más antigua de Puerto Escondido. Allí, además de las escuelas primarias y secundarias, el mercado y la iglesia, se encuentra la laguna Fuchi, un reservorio de agua dulce, flora y fauna nativa en cuyas inmediaciones habitan los vecinos y las vecinas de Colonia Aeropuerto. Hasta 2017, los alrededores de la laguna Fuchi eran un territorio casi inhóspito: no había iluminación, se vertía basura y la inseguridad impedía que las personas pudieran circular con libertad.
La sociedad civil de la costa de Oaxaca es muy solidaria y está muy bien organizada. Estamos aterrizando el proyecto con cooperativas que dan servicios a las escuelas de la zona y cuya fuente de ingresos desapareció de la noche a la mañana. Estos grupos están muy organizados y activos para poder plantear alternativas y exigir apoyo a los gobiernos locales. De ellos sale esta idea de crear una alternativa de ingresos y de seguridad alimentaria, que es lo que ahorita está en juego.
Jahir Mojica, Gerente de SUEMA, empresa social encargada de articular actores, conceptualizar el proyecto y brindar asistencia para su implementación.
En 2018, la comunidad inició un proceso de recuperación de ese espacio público a partir de un proyecto implementado con el apoyo de Fundación Avina y ONU Habitat llamado Bloque por Bloque. El objetivo de este proyecto era recuperar espacios públicos degradados a través de la colaboración y la participación de la ciudadanía. Las vecinas y los vecinos de la colonia Aeropuerto diseñaron el espacio público que deseaban construir usando Minecraft, en una serie de talleres de los que participaron personas de todas las edades. Y, una vez diseñado el espacio, el paso siguiente fue hacerlo realidad: se organizaron tequios, que son jornadas de trabajo comunitario muy comunes en Oaxaca y que pertenecen a la tradición de diversas culturas indígenas, de los que participó la comunidad. Y así, con su propio trabajo la gente recuperó ese espacio público que estaba abandonado y le dio nueva vida.
Pero, en el proceso, no solamente se recuperó ese espacio. También se construyeron lazos comunitarios. La participación y el involucramiento de la ciudadanía, que derivó además en un trabajo concreto, realizado de forma solidaria y que es un aporte al bien común, estrechó los vínculos entre las personas. Esto resultó en una comunidad organizada, dispuesta a colaborar y a construir, con el conocimiento y los medios necesarios para reconocer sus necesidades y encontrar formas de solucionarlas. Y fue esto lo que marcó la diferencia en este 2020, cuando la crisis del COVID-19 llegó a México. Porque, además de la crisis de salud pública, para una ciudad como Puerto Escondido, cuya principal fuente de ingresos es el turismo, el COVID-19 implicó una parálisis total de su economía.
Cuando la pandemia golpeó Puerto Escondido, la comunidad de Colonia Aeropuerto ya estaba organizada y enseguida se activaron iniciativas para el cuidado de las personas. En especial, se puso en marcha el proyecto “Puerto Escondido Resiliente al COVID-19: Seguridad alimentaria y reactivación económica desde el Espacio Público”, con el objetivo de “activar mecanismos de producción urbana comunitaria desde el espacio público, como respuesta de corto plazo a la falta de alimentos y como medio para la reactivación económica en el escenario post crisis sanitaria”.
El proyecto incluye acciones para implementarse en y desde el espacio público recuperado. Entre las acciones previstas, está la habilitación de un punto de higiene comunitario en donde el abastecimiento de agua y jabón para la comunidad será garantizado por el Municipio San Pedro Mixtepec y el establecimiento de gallineros para la producción de huevos a partir de una gestión comunitaria y ancestral. Además, se prevé la realización de huertos comunitarios para la siembra de maíz y hortalizas para garantizar el acceso a alimentos para las familias de la comunidad. Todas estas acciones están acompañadas por varias instancias de capacitación en seguridad e higiene que incluyen la provisión de elementos de seguridad para llevar a cabo la producción comunitaria.
Gracias a la unión, al capital social que han creado en estos años, estas cooperativas pueden proponer soluciones frente a gobiernos y empresas. En este caso, han reclamado el espacio público como un bien que debería servir a la sociedad y lo han hecho con firmeza, pero con diálogo y propuestas. Nuestro trabajo es articular: sentar a unos enfrente de otros, traducir exigencias en opciones de solución para encontrar puntos de intersección. El rol de la sociedad civil organizada es más que vital; es la base de todo lo que podemos hacer como sociedad. Si estos grupos actuaran como individuos con intereses particulares, seguramente no serían escuchados. Este tejido social que se construyó es lo que permite que se puedan hacer estos proyectos.
Jahir Mojica, Gerente de SUEMA, empresa social encargada de articular actores, conceptualizar el proyecto y brindar asistencia para su implementación.
Para esto, la comunidad contó con el apoyo y la asesoría técnica de instituciones como Suema Ambiental, el Municipio San Pedro Mixtepec, Fundación Avina, la Cruz Roja, el Banco de Alimentos del Estado de Oaxaca y con el liderazgo de delegados y delegadas coloniales de la Colonia Aeropuerto y de los comités de salud de las colonias. Estas acciones, que se diseñaron y organizaron en los primeros meses de la pandemia y se están implementando en esta segunda mitad del año, no podrían haberse llevado adelante con la rapidez que requería la emergencia sin la existencia de una organización social previa y sin una red de vecinos y vecinas en comunicación y con experiencia en la autogestión. Organización que, además, había generado vasos comunicantes entre la ciudadanía y las instituciones públicas, como la municipalidad y el gobierno de Oaxaca. En aquel primer paso de recuperación del espacio público se sembró la primera semilla que permitió a la comunidad cosechar más y mejores herramientas para enfrentar un contexto tan crítico e inesperado como una pandemia.
Alimento para la imaginación de niñas y niños en São Paulo
Lejos de las playas de Puerto Escondido, en la populosa ciudad de São Paulo, la crisis sanitaria afecta a la población urbana de distintas maneras. En especial, a las personas que habitan en contextos vulnerados, en barrios marginales, bajo condiciones habitacionales deficientes. Es el caso de las niñas y los niños de Chapada dos Guimarães, una plaza pública que se encuentra en el barrio de Pirituba, al norte de São Paulo, y frente a la cual está el establecimiento del Projeto Amigos das Crianças –el PAC. El PAC es una organización sin fines de lucro que, a partir de un convenio con la intendencia, atiende diariamente a niños y niñas del barrio cuyos padres trabajan todo el día y la escuela solo les ofrece un turno de asistencia.
Las niñas y los niños que asisten al establecimiento provienen de familias que habitan esos contextos vulnerados. Pirituba está entre los distritos más populosos de São Paulo: según el último censo disponible, en el 2010 tenía 167.931 habitantes. La plaza Chapada dos Guimarães está ubicada en una zona de alta densidad demográfica en la que la población sufre deficiencias habitacionales y la población adulta se desempeña, principalmente, en la economía informal. Por esto, la crisis del COVID-19 ha golpeado con mayor dureza a esta población: miles de familias no solamente se han quedado sin ingresos debido a la parálisis económica, sino que, además, se han visto forzadas a realizar un aislamiento en casas precarias, en espacios reducidos y en condiciones de hacinamiento.
La idea surgió a partir de un post en Facebook de una integrante del colectivo Nutrição para Imaginação. Después se juntó un grupo de mujeres para pensar en cómo ayudar a los chicos que estaban encerrados en lugares pequeños, en condiciones vulnerables. A partir del contacto que ya teníamos desde Boa Praça con el PAC, quienes estaban entregando cestas de alimentos, surgió la idea de hacerles llegar la plaza a los chicos, que ahora no pueden ir, y llevarles a sus casas todo lo que ellos habían adquirido con la recuperación de esa plaza.
Carolina Tarrío, integrante del movimiento Boa Praça.
En este contexto, las niñas y los niños sufren por partida triple. Por un lado, sufren la imposibilidad de asistir a la escuela y al establecimiento del PAC, que para la mayoría representa no solo un espacio de desarrollo y socialización, sino que, además, les brinda al menos una de las comidas del día. Por otro lado, carecen de estímulos y de espacios para el juego y la vinculación con sus pares y, finalmente, padecen el estrés de convivir con personas adultas que luchan día a día para garantizar la supervivencia de sus familias. En este contexto, el PAC y la asociación Boa Praça diseñaron un kit para “alimentar la imaginación” de estas niñas y estos niños que están transitando un contexto difícil, para ayudarlos a expresarse, a estimular su creatividad de manera lúdica y contribuir con su desarrollo cognitivo y emocional.
Los kits consisten en cajas especialmente destinadas para niñas y niños que contienen materiales diversos, como lápices de dibujo, tijeras, cuadernos para dibujar, y también otros materiales para recortar y armar juegos u objetos, con manuales de instrucción para hacerlo. El PAC y Boa Praça diseñaron este proyecto para entregar a 470 familias de Pirituba. Pero, además, ambas organizaciones se mantienen presentes en el barrio, ofreciendo asesoría online y canales de comunicación entre ellas y entre las mismas familias, para que puedan compartir lo que hacen, recibir información, expresar nuevas ideas e iniciativas para el futuro.
Pero esta no era la primera colaboración entre el PAC y Boa Praça. En el año 2018, estas organizaciones y Fundación Avina implementaron un proyecto que, como aquel de Puerto Escondido, formaba parte de la iniciativa Bloque por Bloque y tenía el objetivo de recuperar un espacio público degradado a partir de la participación ciudadana. Boa Praça ya tenía experiencia en la revitalización de parques y espacios públicos en São Paulo y colaboró en el plan de recuperación de una plaza pública que, pese a estar ubicada justo frente al establecimiento del PAC, era inaccesible para las niñas y los niños que allí asistían. El terreno irregular propio de São Paulo, lleno de colinas y pronunciadas pendientes que atraviesan la ciudad, y el estado de abandono de la plaza, que carecía de mobiliario para su uso y que era destinada a vertedero de materiales, hacían que ese gran espacio público estuviera completamente inutilizado. Pero, tras su recuperación, las niñas y los niños que asisten al PAC empezaron a poblar esa plaza y aquel sector del barrio, de pronto, se llenó de vida.
Esta iniciativa tiene todo que ver con la revitalización del 2018. Jugó un rol en la coordinación, en el hecho de que ya teníamos ese aliado y lo podíamos contactar rápidamente, y que ese aliado ya tenía mapeadas a todas las familias y estaba en contacto con ellas. Y, además de entregarles comida, querían seguir fomentando el vínculo, y me parece que con los kits eso va a suceder de una manera muy linda.
Carolina Tarrío, integrante del movimiento Boa Praça.
Esa colaboración previa entre las organizaciones que intervinieron en la recuperación del espacio público fue decisiva para permitir el diseño, la gestión y la implementación del kit para estimular a las infancias en tiempos de crisis. No solamente las organizaciones habían trabado vínculos para la colaboración, sino que la gente del barrio lo hizo. La recuperación del parque fue enteramente participativa: niños, niñas y personas adultas, de todas las edades, se involucraron en los trabajos, en el diseño, en las asambleas, en llevar propuestas, en asistir a actividades. La gente empezó a conocerse y a experimentar la gratificación de tener una idea y, en conjunto, hacerla realidad. Y, nuevamente, ese fue el germen que permitió que hoy, en el difícil contexto de pandemia, se puedan implementar medidas que favorezcan el cuidado de quienes más lo necesitan: las infancias.
Espacios públicos de calidad para el bienestar humano
Las medidas de restricción a la circulación implementadas en casi todos los países del mundo como respuesta a la crisis sanitaria han generado un fuerte impacto en el vínculo de la ciudadanía con el espacio público. No obstante, según señala ONU-Habitat, “los espacios públicos deben ser parte de la respuesta al virus, ya sea para limitar la propagación del virus o para proporcionar formas para que las personas se relajen o lleven a cabo su sustento”. Esto se traduce en el hecho de que las ciudades con más y mejores espacios públicos han estado mejor preparadas para implementar las medidas de distanciamiento social necesarias para minimizar la circulación del virus.
Pero, además, muchas ciudades han cambiado los usos del espacio público para adaptarlos a las necesidades que impone el contexto. Por ejemplo, se han establecido mercados abiertos temporales, se han habilitado puntos para la higiene, con abastecimiento de agua potable y elementos de limpieza; se han abierto centros de salud comunitarios y puntos de distribución de alimentos e insumos. Esta pandemia ha expuesto las desigualdades que atraviesan muchas ciudades y las formas en que esas desigualdades se manifiestan en el uso y la distribución de los espacios públicos. A través del espacio público, las ciudades pueden hacerle frente a la desigualdad, a la vez que mejorar la calidad de vida de las personas, promover la inclusión, generar ambientes seguros y motorizar el desarrollo económico local. Y para lograr este cambio de paradigma, la participación ciudadana es fundamental.
Experiencias como las de Puerto Escondido y São Paulo, que dan cuenta de las posibilidades transformadoras de la colaboración y de la participación, generan condiciones para que esas mismas comunidades, que ya habitan contextos críticos, estén mejor preparadas para enfrentar tiempos de crisis. Las grandes carencias, la falta de alimentos y de servicios públicos, las deficiencias habitacionales y las desigualdades requieren cambios sistémicos orientados por políticas públicas impulsadas por los diversos sectores de la sociedad. Estas problemáticas estructurales no se solucionan con proyectos aislados. No obstante, ante la complejidad del contexto, la organización social hace la diferencia a la hora de mitigar los efectos adversos de cualquier crisis. Pero, además, la sociedad civil organizada en nodos territoriales como la Colonia Aeropuerto, en una pequeña ciudad como Puerto Escondido, o la plaza Chapada dos Guimarães, en una megaciudad como São Paulo, tiene también más y mejores herramientas para exigir y defender sus derechos y promover los cambios sistémicos necesarios para construir ciudades inclusivas y resilientes.
Por Yanina Paula Nemirovsky
Las historias de recuperación de espacios públicos de Puerto Escondido (México) y São Paulo (Brasil), que forman parte del proyecto Bloque a Bloque, implementado también en Tumaco (Colombia), Lima (Perú), Buenos Aires (Argentina) y Montevideo (Uruguay), se recuperaron en la serie de crónicas “Un dragón en seis ciudades“.
El contenido de esta publicación no refleja la posición de la Fundación Avina sobre el tema.